¡Maldito apalancamiento!
“Dadme una palanca y moveré el mundo” dijo Arquímedes.
El apalancamiento (la financiación de la compra de activos con crédito) es un instrumento esencial para la aceleración del movimiento económico, y es lo que justifica la existencia de los bancos.
El apalancamiento es bueno, pero el exceso de apalancamiento es peligroso. De hecho la burbuja inmobiliaria mundial está haciendo más daño por culpa del apalancamiento. El apalancamiento contribuyó a crearla y a acelerarla.
Pero ya se acabaron los días de vino y rosas en los que se trabajaba con apalancamientos del 80, 90, 100 y hasta más de 100% del valor de los activos. Los bancos los aceptaban, y los empresarios estaban encantados de abordar sus proyectos así. Ponían poco dinero en sus empresas. Las rentabilidades de los capitales que invertían eran así más altas. Los ciudadanos conseguían hipotecas y créditos al consumo, multiplicando su ahorro por mucho más de lo razonable.
¡Se va a producir un cambio estructural en los ratos de apalancamiento! Se va a volver al 50 ó 60% como máximo. Ya se está viviendo, de hecho, esa situación. Es lo que explica en parte la situación de escasez de crédito bancario que sufren muchas empresas, porque la banca ya no acepta prestar a quienes tienen una deuda financiera superior a sus fondos propios, como lo hacía hasta ahora.