A la banca le brotan los enanos...
La banca, que hace unos años lo era todo en el mundo corporativo, es ahora un gremio marcado con el estigma de los apestados. Nadie quiere a la banca. Esta semana hemos visto como el gobierno español decidía imponerle a los bancos el pago del impuesto de Actos Jurídicos Documentados en loa préstamos hipotecarios que concedan, y no contento con eso, decretaba que ese coste no sería un gasto deducible en el Impuesto de Sociedades. El partido del nuevo presidente de México, por su parte, planteaba que a su llegada inminente a la presidencia del país prohibiría las comisiones bancarias.
A todo eso hay que añadir la feroz competencia en un entorno muy duro de bajos tipos de interés al que se suma la entrada en el mercado de servicios bancarios de nuevos competidores, como las telecos, las fintech e incluso las grandes compañías tecnológicas de Internet, con toda su capacidad financiera, tecnológica y comercial.
Me extraña que, al menos en España, los presidentes de los grandes bancos no salgan a dar la cara y, tras aceptar las críticas constructivas y los errores que hayan podido cometer, que seguro que han sido muchos, no reivindiquen su papel imprescindible en cualquier sociedad.
Sin duda la banca tiene mucho que mejorar y ha de reinventarse en profundidad, pero no podemos acusar a los bancos de todos los males.
Por suerte el Tribunal Supremo no atendió a las peticiones insensatas o malintencionadas de que el AJD de las hipotecas debieran pagarlo los bancos de forma retroactiva, porque eso hubiera sido una injusticia sino un enorme problema para la banca, el Estado y para la imagen de España en el mundo económico global.