Después de publicar mi libro Guía para invertir tu patrimonio (Libros de Cabecera, www.librosdecabecera.com), yo sigo interesado en cuáles son las mejores prácticas a la hora de invertir.
Y en esa búsqueda he leído un libro del profesor Richard H. Thaler titulado Misbehaving. The making of behavial economics. Thaler es el gurú de la economía del comportamiento que ha tratado de profundizar en el modo en el que el comportamiento humano afecta a las decisiones económicas. Es algo que se aplica a las decisiones de consumo y también a las decisiones de inversión. Estas últimas son las que me interesan.
De la lectura del libro he ido sacando una notas que quiero compartir aquí con mis lectores.
La miopía de la aversión al riesgo
Es algo que les pasa a muchos inversores en activos cotizados (acciones, básicamente).
Si miran su cartera con demasiada frecuencia, más pérdidas verán y en consecuencia menos riesgos querrán tomar. Si la miran poco, solo cada tres o cuatro meses, o mejor una vez al año, verán que las pérdidas se equilibran con las ganancias y se atreverán a asumir más riesgo.
De ahí que todos los asesores aconsejan invertir a largo plazo y no estar mirando la evolución de las acciones (o los fondos) que se tienen en cartera cada día. Obviamente, el acceso online de la información financiera que nos permite la tecnología actual, no ayuda a que nos comportemos así.
Es lo que le pasa al inversor medio español.
Suelen ser inversores que se ponen señales de Stop con márgenes de caída o de subida muy pequeños (5-10%), y están entrando y saliendo continuamente del mercado. La mayoría acaban aburridos, y la rentabilidad de su cartera suele ser inferior a la de los que dejan que el mercado fluya, y solo la revisan cada 12, 6 o a lo sumo 3 meses. Thaler propugna la revisión anual.
Controlando las posiciones en una aplicación de seguimiento con señales de atención suficientemente amplias (20-30%) debería ser suficiente.
Primar las acciones
Thaler aconseja invertir el máximo del capital en acciones. Más cuanto más joven se sea.
Y, insiste, una vez hecha la cartera de acciones, no mirar ni las cotizaciones ni las noticias financieras y limitarse a hacer un control al año.
La sobre-reacción del mercado y la inversión value
Thaler recomienda la inversión con criterio value, porque se aprovecha de un fenómeno comportamental curioso: la sobre-reacción del mercado en determinadas circunstancias, que hace que haya empresas “de moda” que cotizan por encima de lo razonable, a elevados ratios Precio/Beneficio (PER) y empresas que por lo que sea no están de moda, y que cotizan a PER muy bajo, muy por debajo de su valor intrínseco o razonable. Los inversores value compran acciones de compañías con PER bajo, y confían en que la cotización volverá a la media razonable más pronto o más tarde.
Aunque hay muchas más ideas en un libro que aconsejo leer a quien tenga oportunidad, estas que apunto son las que me han parecido más interesantes.
En definitiva, no hay que invertir en un activo, en una acción; hay que invertir en un conjunto de activos, en una cartera, en un paquete de activos; y dejar que hagan su recorrido, sin estar todos los días encima. Así lo hacen los inversores más exitosos.
Hay que pensar que el precio de una acción, por ejemplo, es muy difícil, por no decir imposible de prever a corto plazo, porque es, estrictamente hablando, el valor actual de las expectativas que tiene el mercado de los dividendos futuros (en el resto de su existencia) que se espera que pague esa empresa los poseedores de esa acción.
En términos sencillos, como explico en mi libro Valoración de empresas (Libros de Cabecera), es el resultado de una fórmula sencilla y compleja a la vez: P = D/(R-g), donde P el el precio de la acción, D es el dividendo anual medio que la empresa se espera que pague en el año en curso, R es la rentabilidad que el mercado le exige a la inversión en esa empresa (que depende de la tasa de interés sin riesgo y de la prima de riesgo que el mercado le aplica al país, al sector y a la empresa) y g es la tasa de crecimiento anual perpetuo del dividendo que el mercado espera de la empresa.
Parece fácil ¿no?, pero ya se ve que, salvo la tasa de interés sin riesgo, que depende de los bancos centrales(de ahí su papel esencial en los mercados), el resto de componentes son el resultado de una estimación subjetiva de la evolución de la empresa. Y en eso es muy difícil que se pongan de acuerdo compradores y vendedores. De hecho es lo que hace posible que haya quien quiera vender (porque cree que la acción vale menos de lo que el mercado paga por ella) y quien quiera comprar (porque piensa lo contrario). ¡Y la historia dirá quién gana y quién pierde! No se puede saber a priori…
En fin, solo quería compartir unas reflexiones sobre lo complejo que es invertir en cualquier tipo de activos y en especial en activos financieros, y la necesidad de hacerlo a largo plazo y bien asesorado.