¿De qué depende la cotización de una acción?
Es una pregunta que a veces no se hacen conscientemente los inversores. Y que conviene hacerse. Yo me la he hecho. Al menos para conseguir dos cosas: 1) convencerme de la importante cantidad de factores que influyen; 2) tratar de entender mejor la dinámica de las bolsas. Es algo que me interesa como inversor, del mismo modo que creo que le interesa a cualquier otro inversor.
El precio de las acciones depende de tres factores generales:
El rendimiento en forma de dividendos que pueden esperar sus poseedores en un futuro, que a su vez depende del cash flow neto que esté obteniendo ahora y del que se puede esperar que obtenga como consecuencia del crecimiento de sus ingresos.
La tasa de rentabilidad piensen los inversores que se le debería exigir, como consecuencia de los riesgos que se estime que afronta la empresa (tanto operativos como financieros) y de las tasas de interés sin riesgo que asuma el mercado financiero.
La imagen de marca que tenga la empresa en los mercados de valores. Es un factor meramente subjetivo (más que los dos anteriores) pero de gran importancia, en general, pero especialmente en la inversión minorista. Los inversores particulares difícilmente compran lo que no conocen, o aquello de lo que tienen una mala imagen de marca, aunque en teoría haya de ser un gran negocio.
Los libros de texto sólo inciden en los dos primeros factores, pero para mi es muy importante el tercero. Son muchos los inversores que compran por la imagen; incluso me atrevería a decir que son muchos los analistas que recomiendan por la imagen. Es el efecto IBM. Si una empresa tiene buena imagen y pierdo dinero con ella, nadie me lo recriminará. Aunque en puridad la comprase a un precio caro, porque sus perspectivas reales de beneficio o crecimiento no fueran todo lo buenas que implicaba el precio de compra...
En cualquier caso, se percibe con claridad lo complejo que es el proceso de formación del precio de una acción, al menos por dos razones: porque tiene un enorme componente psicológico y porque los participantes en los mercados financieros tienen informaciones muy divergentes, no sólo porque algunos hayan recibido más información que otros, sino porque muchos no han hecho ningún tipo de análisis riguroso del valor, sino que se dejan llevar por las opiniones generales respecto al mismo.
En ese contexto invertir es una lotería. Y hay quien duda de si hay que invertir con el cerebro o con la intuición. Yo, desde luego, soy de los segundos. Creo que la clave de un buen inversor es la intuición. Leer y escuchar mucho, pero al final actuar de acuerdo a lo que te diga el cuerpo.
Eso es lo que yo hago. Y mi mayor objetivo es estar en paz conmigo mismo.