Leo en La Vanguardia, mi diario de lectura matutina obligatoria, un artículo sobre la evolución del absentismo en España y su enorme impacto en el PIB.
El absentismo es un gran problema en España. La mayoría de los empresarios con los que hablo lo consideran una lacra, un grave problema, que explica que algunos decidan incluso tirar la toalla. Que explica también la desconfianza que los empresarios tienen en los trabajadores que contratan. Lo que, desgraciadamente, genera un círculo vicioso entre empresa y trabajador que no trae nada bueno. Los empresarios se quejan de la falta de compromiso de sus trabajadores, de su infidelidad, y los trabajadores se quejan de la actitud recelosa y lejana de sus jefes, que los consideran culpables antes de juzgarlos.
Así no vamos a ninguna parte. Al contrario, el problema se hace cada vez más grande.
Y quienes deben buscar soluciones son los empresarios. Y no soluciones que les vengan por una regulación más severa, que quizás también, sino que vengan de una manera de gestionar a su personal más flexible, más cercana y más eficiente. Que no sientan que los tratan como números, sino como personas. Y los empresarios lo han de hacer por su propio interés.
Yo creo que la mayoría de empleados y la mayoría de empresarios son sensatos y honrados, y pueden establecer entre ellos círculos virtuosos: confianza-lealtad- justicia-permanencia. Es injusto que paguen justos por pecadores. Ni todos los trabajadores son malos ni todos los empresarios lo son.
Ahora mismo está claro que el problema está enquistado en España. Somos uno de los países de la Unión Europea con una tasa mayor de absentismo. Y el impacto en nuestro PIB, según La Vanguardia, supera el 5% anual. ¡Una cifra astronómica!
Es un problema que parece que se ha agudizado en los últimos tiempos. En especial a partir de la Covid.
Cuando se trata de indagar en las posibles causas, yo creo que son múltiples, como consecuencia de los cambios de estilo de vida, de las prioridades personales de las nuevas generaciones. El trabajo ya no es lo más importante. El ascensor social se da por perdido y ahora se trata del carpe diem. Se impone la filosofía “yolo”: You only live once. Se generaliza en individualismo: no me caso, no tengo hijos, no compro casa, no me ligo a nada. El nuevo concepto de libertad, que tanto daño está haciendo a la vida en sociedad. Y el yo, mi, conmigo. Y a los demás que les den…
No es causalidad que el gasto vacacional, al menos en España, se haya alzado a la cabeza del gasto. De nuevo especialmente desde la Covid.
Y si todo esto impacta en el absentismo en general, en determinados sectores es especialmente gravoso; en especial en la hostelería y el turismo, la industria clave de la economía española. Los empresarios sólo pueden amortiguar el impacto gracias a la inmigración. Pero es cuestión de tiempo que esta también se contagie del absentismo de los nacionales si no se hace algo. De hecho, cuando vamos a un hotel o un restaurante y nos atiende personal local, podemos concluir que esa empresa hace algo diferente y mejor para gestionar su personal. Que lidia mejor con el absentismo.
Por último, me imagino que hay otros elementos que también inciden, pero que pertenecen al ámbito de la sociología o la política. Por ejemplo, ¿es consecuencia de una reacción antisistema? ¿Son los vestigios seculares de la España del pillo que busca maneras de cobrar sin trabajar? ¿En cuánto influye la escasez de medios en la atención sanitaria, o la pasividad de los médicos, o el temor a las consecuencias de denegar una baja en un país de ciudadanos que han crecido tratados como “niños-emperadores” y no admiten que se les lleve la contraria? ¿Es una reacción ante empresarios especuladores y avariciosos que tratan a sus empleados como si fueran esclavos y que no se plantean sus empresas como negocios a largo plazo sino como vías para forrarse a costa de lo que sea?
En fin, un gran problema, del que nos costará salir, si es que algún día salimos…
Este es un muy buen tema para investigar y obtener datos que lo expliquen. Un tema a añadir: hay estudios que certifican que de un promedio de 8 horas teóricas de jornada laboral, se trabajan de forma efectiva sólo cuatro. Las horas trabajadas pero con poco valor añadido es otra forma de absentismo que impacta en la productividad