El economista camuflado
¿Alguna vez te has preguntado porqué los alquileres de los locales comerciales de las calles más céntricas y concurridas son tan altos?
¿Cómo crees que es posible que los alquile, por ejemplo, un negocio de cafetería, y que pueda pagar esos alquileres desorbitados?
La respuesta es porque la ubicación es un elemento clave de diferenciación y de éxito en este tipo de negocios, y esa ubicación especial le permite a una cafetería cobrar precios más altos de lo normal a sus clientes, que pasean por allí y prefieren tomar el café sin tener que desplazarse de la zona, aún a sabiendas de que hay cafeterías más baratas en calles menos céntricas.
Al cobrar más de lo normal por el café, ese margen extra les permite pagar el alquiler extra, y aún así obtener un beneficio aceptable; a veces, incluso un beneficio extra.
Si indagamos un poco más en este asunto, podemos preguntarnos: ¿qué es primero?
Es decir, ¿las cafeterías céntricas cobran precios altos porque los alquileres son altos, o, realmente, los alquileres son altos porque las cafeterías cobran un precio alto, porque, a su vez, los clientes están dispuestos a pagar un precio alto para tomar un café en esas ubicaciones especiales?
Tim Hartford, en su libro El economista camuflado, un best-seller que recomiendo a mis lectores, y que estoy leyendo en estos días vacacionales de agosto, lo tiene muy claro: es su disposición (la de los consumidores) a pagar precios altos por un oportuno café lo que determina que el alquiler sea elevado, y no a la inversa (página 26 de la edición en español en Temas de Hoy.
Yo estoy de acuerdo con él. Es el consumidor quien tiene la última palabra. Si hay suficientes consumidores cómodos para los que tiene un valor diferencial tomarse un café en una calle céntrica, pues ese valor pasa a la cafetería, y parte de ese valor pasa al propietario del local. Tiene lógica.
Al fin y al cabo, estamos hablando de tiempo y comodidad, que al fin y al cabo también es tiempo.
Los alquileres del Paseo de Gracia en Barcelona, o de Serrano en Madrid son proporcionales al valor del tiempo.
¡Qué gracia!