No soy ni agricultor ni ganadero, pero me considero próximo a ellos, porque desde hace más de 35 años nuestra familia posee una finca en explotación en la que producimos miles de kilos de olivas arbequinas y almendras. Una finca que cuidamos con mimo y en la que hemos invertido e invertimos todo lo que podemos para hacerla productiva y sostenible.
Orgullosamente contribuimos a hacer el que pensamos que es el mejor aceite de oliva virgen del mundo.
Sobre esa base he ido llegando a la conclusión de que las explotaciones agrícolas y ganaderas pasa por su industrialización.
Quizás dicho así suene mal, pero me explico.
Como pasa en cualquier negocio, sea de servicios o de manufactura, estamos en un mundo en el que se unen la altísima competencia en todos los sectores a la enorme volatilidad de los escenarios políticos, sociales y económicos. Además, las exigencias de los empleados y de los clientes son cada vez mayores. Especialmente en el mundo occidental, y más aún en la Unión Europea, a la que España pertenece, para bien o para mal.
Ese contexto hace imprescindible que el campo (la agricultura y la ganadería) se industrialice, como digo.
¿Qué quiero decir con industrializar?
Pues que el campo ha de ser excelente en:
Gestión empresarial. Un concepto que lo abarca todo. Los agricultores y ganaderos solo sobrevivirán si entienden que son empresarios antes que payeses. Han de hacer números y han de controlar al día sus finanzas.
Mecanización inteligente y avanzada. Con la ayuda pública, si es posible, los payeses han de innovar y adoptar las mejores herramientas (hardware y software) para rebajar costes, reducir mano de obra y mejorar calidades. Y han de maximizar la utilización de esas inversiones. No basta con comprar el último tractor y tenerlo parado muchos meses.
Tamaño suficiente para rentabilizar las inversiones, acceder a costes inferiores y a canales de comercialización más interesantes. Las cooperativas son un camino, pero también hay que pensar en fusiones o adquisiciones, y desde luego en todo tipo de alianzas. Como cualquier empresa.
Acceso a canales de comercialización que les permitan estar más cerca del consumidor. En esa línea han de considerar las oportunidades de integración vertical que se les presenten. Todo lo que puedan hacer para adoptar una posición más sólida en la cadena de valor, será positivo para ellos. Eso no quiere decir que la única salida sea la venta directa al consumidor, pero todo avance en ese sentido les vendrá muy bien, como mínimo para poder negociar mejor con los intermediarios.
Y, por último, una razonable diversificación de productos. La diversificación ha sido siempre una decisión compleja en todos los sectores, pero si se hace con sentido común, contribuye a reducir los riesgos y a estabilizar los cash flows, algo que es esencial, especialmente en el campo. Muchos agricultores ya lo han entendido, y han adoptado diversas soluciones de diversificación. La similitud de productos, la cercanía geográfica, el aprovechamiento de la estructura, el desacoplamiento de cosechas o mercados, son vías a explorar.
Obviamente, todo eso se ha de hacer con el apoyo de la Administración (que no quiere decir solamente subvenciones). Por ejemplo, asegurando que la producción nacional compite en igualdad de condiciones con la oferta extranjera, y que la distribución no actúa como un monopolio o un oligopolio y existe una competencia sana. También simplificando la burocracia (un problema que afecta a todos los sectores).
Y, para acabar, es importante puntualizar que “industrializar” no quiere decir no cumplir las leyes, dejar de respetar el entorno o rebajar la calidad del producto. Al contrario.
Muy buen artículo por ayudar a conocer mejor la realidad de este sector.