El problema de una reducción de la población mundial
En el siglo XX existía una enorme preocupación por el crecimiento de la población mundial, y el posible agotamiento de los recursos que podría conllevar.
En el siglo XXI estamos asistiendo al fenómeno contrario: la población mundial detendrá su crecimiento y probablemente asistamos a una reducción del número de ciudadanos en muchos países.
La versión digital de la revista The Economist publicaba recientemente un artículo en el que resaltaba que las poblaciones de los países ricos están empezando a reducirse. Japón, por ejemplo, se espera que pase de 127 millones de habitantes hoy a 100 millones en 2050. Y lo mismo se estima que pasará de aquí a 2050 con Rusia (-22%), Italia (-12,5%) y Alemania (-5%).
Las bajas tasas de natalidad son la causa de ese fenómeno. A pesar de que la esperanza de vida va en aumento. El resultado ya sabemos cuál es: países de viejos.
La esperanza de que esa tendencia se revierta es que las tasas de natalidad se recuperen. Y por otro lado, cada vez más se está extendiendo la conciencia de que decir viejo no quiere decir inútil. Los viejos consumen, y los viejos trabajan, o pueden trabajar. Y, sobre todo, los viejos emprenden. Muchos empresarios exceden los 70 años, y están tan frescos.
Por otro lado, el reajuste de la población mundial puede y debe ser a mejor. Se trata de ser menos, pero vivir igual o mejor.
Las economías, los países y las empresas, incluso las personas, deberán adaptarse a un crecimiento cuantitativamente menor, pero cualitativamente mejor. Y al impacto en el consumo, donde habrá que dedicar más atención a los productos y servicios que consumen los mayores de 50-60 años. Y al cambio en el mercado de trabajo, del que no se deberá ni podrá echar a los mayores de 50-60 años, posponiendo e incluso relativizando la edad de jubilación.
De que sepamos gestionar este gran cambio dependerá en gran parte la capacidad de la humanidad de seguir mejorando, sin sustos, la calidad de la vida en este pobre planeta.