Empresas sobrevaloradas
Muchos pequeños o medianos empresarios tienen una idea equivocada de lo que vale su empresa. Creen que su valor se basa en el patrimonio que la empresa atesora, y no es así.
Los activos de una empresa, cuando son los necesarios para que funcione, no suponen un valor en sí mismo. Sólo el beneficio que obtiene la empresa supone un valor. Los activos son algo necesario para que la empresa funcione y obtenga beneficios. Me estoy refiriendo a naves, oficinas, maquinaria, utensilios, e incluso mercas. Y por descontado también a inventarios de mercancías o cuentas pendientes de cobro de clientes. Todo ello vale en función del beneficio que produce.
Si la empresa no produce beneficio, o menos del que justifica el valor de los activos, entonces podríamos decir que valdría la pena liquidar la empresa, porque obtenderíamos un valor mayor liquidando sus activos que dejándola en funcionamiento.
No es extraño que los empresarios defiendan que su empresa vale la suma de su patrimonio y su negocio, como me decía una participante en la conferencia que impartí en Burgos el jueves pasado. Se equivocan. La empresa vale lo que vale su negocio. El patrimonio no hay que añadirlo a ese valor. Eso sí, siempre que parte del patrimonio no sea estrictamente necesario para el negocio. Por ejemplo, amplios excedentes de tesorería o activos financieros (acciones bancarias, por ejemplo), o inmuebles que no tengan relación con el negocio (pisos, naves, solares...).