¿Es hora de ahorrar o de consumir?
En mi opinión es hora de ahorrar. Aunque eso no quiere decir que se deba cortar de raíz el consumo.
Estamos asistiendo a un debate entre partidarios de incentivar el consumo y la inversión a ultranza, y partidarios de no excederse en ello por el peligro de que ello alargue de facto la crisis al posponer la necesaria e inevitable reubicación del capital y los medios de producción de los sectores que están en crisis a aquellos que emergen. Es decir, de la construcción, el inmobiliario o el automóvil a las energías renovables, la biotecnología u otros.
Coincido con Pedro Schwartz en la tesis de su artículo en Expansión del viernes 5 de diciembre titulado "El pánico nos ciega".
La reducción de impuestos y impulso adicional al gasto público, recetas tan keynesianas, son criticadas por Schwartz tildándolas de "parches". Parches que, además, corremos el riesgo de que pospongan la necesaria reestructuración que necesitamos de la economía global en general y la española en particular, para eliminar las ineficiencias acumuladas en estos últimos años de euforia irracional basada en el dinero fácil y barato y la burbuja inmobiliaria consiguiente.
La tesis que mantiene Schwartz y comparto es que no es con rebajas transitorias de impuestos o con parches de gasto público, siempre de dudosa eficacia, sino con la recuperación de la confianza que se recuperarán el consumo y la inversión. A los consumidores y a los empresarios, dice, no se las dan con queso. Las medidas keynesianas son sólo cataplasmas. Hay que dejar que el enfermo pase la fiebre y se recupere por si mismo. Sólo viéndole las orejas al lobo se decidirá por fin a cambiar de hábitos y a hacer bondad. Lo mismo se aplica a la economía.