Es la hora de valorar la independencia (económica)
Países y empresas se dan cuenta ahora de que la habían perdido
Todos habíamos entronizado la globalización como algo positivo e inevitable. Y probablemente lo sea. Pero no habíamos valorado bien el coste de la dependencia que esa globalización conlleva.
La pandemia de la Covid y la guerra Rusia-Ucrania nos da hecho ver de golpe que el problema no es la globalización, sino la no diversificación de fuentes de suministro y la dificultad de gestionar cadenas logísticas complejas.
Países y empresas tratan ahora, con prisas, de rectificar ese costoso error.
El proceso va a acelerar cambios que ya se propugnaban hace tiempo, pero que avanzaban quizás más lentamente de lo que debieran. Esa va a ser una consecuencia positiva del shock que estamos viviendo.
¿Cuáles son?
La economía del uso en contraposición a la de la propiedad, que promoverá los productos usados y el aumento de la utilización durante la vida de los productos.
La economía circular, que fomenta el reciclaje de los productos y que implica no solo a los consumidores sino a los propios fabricantes.
La racionalización del consumo y en general del crecimiento por el crecimiento, entendiendo no solo que estamos agotando las materias primas y el planeta, sino que aumenta nuestra dependencia de países inestables. Como es el caso de Rusia, que estamos sufriendo actualmente, con materiales como el paladio.
Sin duda alguna la sustitución de los combustibles fósiles por las energías renovables, que están experimentando un boom en forma de demanda de coches eléctricos o de instalaciones fotovoltaicas o eólicas.
La producción local, sea de textiles, de alimentos o de chips. La Unión Europea ya ha decidido promover la fabricación de chips para reducir su dependencia de los países asiáticos. Tampoco tiene sentido importar alimentos de países situados a miles de kilómetros e incluso en otros continentes.
Creo que es un proceso imparable a la “independencia”. Un proceso en el que resultarán ganadores algunos países y las empresas que entiendan el proceso y aprovechen la tendencia.
Aunque también hay ganadores que no querríamos que lo fueran, como la industria militar. Esperemos que sea un cambio temporal y que los presupuestos que se vuelquen en ella tengan un componente tecnológico que luego sea aprovechable para fines civiles. Al fin y al cabo la guerra es y será aún más en el futuro, principalmente tecnológica.