¿Es Renfe, la operadora ferroviaria española, realmente una empresa?
¿O actúa, de facto, como un organismo público?
Es una pregunta que me parece procedente.
Si es un organismo público se regiría por la cultura del funcionariado, la normativa del funcionariado y los valores del funcionariado.
Si fuera una empresa, se regiría por aquello que es consustancial a toda empresa que se precie: la mejora continua de los resultados económicos y la mejora de los indicadores de calidad en el servicio a los clientes y a la sociedad en general.
¿Cumple Renfe con las premisas de una empresa? Creo que todos coincidimos en que NO.
Si con algo encaja es con la definición de organismo público. Una entidad que debería actuar como una empresa, pero que tiene problemas en el ámbito soft (las personas) y en el ámbito hard (los recursos). El resultado es una entidad cuyos resultados económicos son muy malos y su calidad de servicio es pésima. Una entidad en la que el servicio al público, en general, es nefasto, y ni el hard ni el soft es capaz de mejorarlo. Sólo en el ámbito de las lineas en las que tiene competencia se ha notado una cierta mejora; pero limitada, porque su soft, la calidad de sus directivos, de su personal y en general de su sistema de gestión y su cultura, hacen imposible esa mejora.
En Catalunya sufrimos especialmente esas ineficiencias. Y las comparamos con un operador regional, FGC (Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya) que, a pesar de ser una empresa pública, sí que es una empresa. Su gestión económica y la calidad de su servicio están en niveles perfactemnte aceptables por sus clientes y por la sociedad en general. Aunque tratan de seguir un proceso de mejora continua, como toda empresa normal.
La nueva empresa mixta entre el Gobierno del Estado y la Generalitat de Catalunya pretende ser una empresa. Veremos si lo consigue, porque los sindicatos de Renfe ya se han rebelado en defensa de sus privilegios, de su baja productividad y de su “cultura” de funcionarios. Si consiguen imponerse, de nada habrá servido el cambio, y los usuarios seguiremos quejándonos y/o optando por el vehículo particular, a pesar del coste personal y medioambiental que ello supone, en carreteras y ciudades abarrotadas de vehículos, con un índice de accidentes creciente y preocupante.
Quiero acabar esta disquisición explicando qué me ha pasado esta mañana cuando he ide a coger el tren de Rodalias (Cercanías) para desplazarme desde mi pueblo (a 25 km de Barcelona) a la gran ciudad para una prueba médica. He llegado a las 9.30 a la estación y cuando he querido sacarme el billete cuatrimestral que permite hacerlo sin coste me he encontrado que no había nadie en la única ventanilla de la estación. he llamado a voces pero nadie me ha hecho caso. He mirado el panel de trenes y estaba averiado. Sólo dejaba ver que un tren iba a pasar en 10 minutos. He dejado la ventanilla y me he puesto a pasar mi billete a través de mi móvil. Tras varios intentos, el lector no lo ha caoturado y he tenido que sacar mi billete de cartón para pasar (siempre llevo un billete físico por fata de confianza -justificada- en el sistema). Ya eran tres fiascos: ventanilla, panel y lector. A todo eso, no había allí ningún empleado de Renfe a quien reclamarle.
Ua vez entro en el andén, me encuentro que hay un tren que está saliendo, a pesar de que ni estaba indicado en el panel ni en los altavoces. Otro fiasco.
Me siento a la espera del siguiente tren, que indica en un panel de andén que llegará en 10 minutos y me fijo que 3 empleadas de Renfe estaban charlando en el andén desatendiendo la ventanilla en la que yo llamab a voces. Y el jefe de estación caminando tranquilamente con otra empleada, ajeno a los problemas de sus usuarios, que obviamente no considera que sean asunto suyo…
Saben que nadie se preocupa seriamente de la productividad ni del calidad del servicio desde la perspectiva del usuario, y solo están preocupados de sus derechos sindicales, a sabiendas de que son funcionarios y que cobrarán lo mismo lo hagan mal o lo hagan bien. Y si lo hacen muy mal, allí estarán los sindicatos para defenderlos.
Los políticos insisten en que el problema es que se ha de invertir en hard (trenes, infraestructuras, etc.), pero se olvidan del soft, porque así, obviamente, no se gestiona una empresa.
Si, pero es que Renfe es el prototipo de “empresa” que en realidad no lo es. En la que el compromiso de sus empleados (funcionarios) ese inexistente, y eso incluye a sus directivos.
Te has despachado bien, Paco
pero tienes razón tristemente
A tenerlo en cuenta en nuestro próximo viaje a Sevilla donde hay opciones