España: el efecto “sándwich”
La economía de este país está sufriendo, a marchas forzadas, lo que podríamos llamar el efecto sándwich, porque nuestra industria se está quedando atrapada entre dos fenómenos derivados de la globalidad: la creciente dificultad de conseguir una diferenciación tecnológica, y la imposibilidad de conseguir un liderazgo en costes al acceder perfectamente al mercado la industria de los países emergentes, con mano de obra suficientemente cualificada, y mucho más barata.
Ni somos los mejores en innovación tecnológica, diseño o calidad de nuestros productos, ni somos capaces de hacer los productos más baratos. Ya no somos ni chicha ni limoná. Y ni siquiera podemos compensarlo con un mercado interior fuerte o en crecimiento. Comparativamente hablando no somos grandes (con nuestra renta per capita media y sólo 44 millones de habitantes), ni estamos creciendo a tasas atractivas (porque la natalidad es baja y estamos envejeciendo).
Es decir, tenemos lo peor del mundo occidental, y hemos perdido lo bueno que tenía ser un país en desarrollo, porque ya no somos un país barato. No somos un país barato, pero tampoco estamos preparados para ser un país caro, como son Alemania o Suiza, por ejemplo.
El resultado está claro: cada vez más multinacionales van a cerrar sus fábricas españolas, para producir o en sus países de origen (Alemania, por ejemplo) aquello que sea tecnológicamente más avanzado, o en países del este de Europa o asiáticos, aquello que deba ser producido más barato.
¿Qué futuro le espera a este país?
O salimos del espejismo de riqueza en que vivimos pronto, o nos sacarán a palos