Somos un país de “hidalgos”. Los hidalgos, una figura que hunde sus raíces en los siglos XV y XVI, de los que es una muestra universalmente conocida El Quijote, tenían un objetivo vital: vivir sin trabajar.
Es una actitud que ha llegado a nuestros días en su peor versión.
Personas que sólo aspiran a vivir sin trabajar, o trabajando lo menos posible.
Con ese antecedente cultural y social es más fácil entender a este país.
Somos un país en el que abundan los aspirantes a “hidalgo”. Probablemente es por eso que abundan los pillos, por lo que una inmensa mayoría quieren ser funcionarios…
Hay personas cuyo único objetivo es conseguir “plaza” de funcionario, o conseguir que le aprueben una incapacidad, a poder ser permanente (qué cerca nos cae todavía El Lazarillo de Tormes, el pícaro por excelencia de nuestra literatura). O la corrupción, que todavía parece congénita al país.
Porque la pregunta es: ¿si hay tantos que aspiran a vivir del cuento, a cobrar sin hacer nada o casi nada, quien paga la fiesta?
No hace falta ir muy lejos y basta con mirar los personajes que salen ahora mismo en los medios de comunicación, para ver que estamos rodeados de ellos. Y que la fiesta la pagamos los demás. No ellos. Ellos no pagan impuestos, o pagan los mínimos. De hecho priorizan pagar impuestos a emprender de verdad o trabajar, aunque de hacerlo salieran ganando. Eso lo dejan para los otros: los “tontos”, los “pringados”.
¿Para qué pagar impuestos si ellos saben muy bien cómo se gasta el dinero público?
El dinero público les vale cuando acaba en sus bolsillos. Sólo entonces.
Y ese cáncer no es monopolio de los “hidalgos”, sino que produce metástasis en toda la sociedad. En los empresarios que son alérgicos a pagar las cuotas sociales, o los impuestos sobre los beneficios; o incluso de los trabajadores y sindicatos, que disfrutan y justifican uno de los índices de absentismo más altos entre los países desarrollados.
En ese contexto, es un milagro que la economía española avance a pesar de los pesos que arrastra: baja productividad en general, instituciones y burocracia lentas e ineficientes, tasa de desempleo altísima, etc.
Las grandes economías no son mejores que nosotros, lo que pasa es que no arrastran esos pesos.
No soy nada optimista en que eso cambie. La solución que muchos han adoptado: irse a países en los que no haya tantas garrapatas que te chupen la sangre. Que los hay. Muchos de nuestros jóvenes más preparados o lo han hecho o están pensando en hacerlo. Si eso es así, continuaremos en un círculo vicioso del que nunca saldremos.
Siento un final tan pesimista, pero hay cánceres que no perdonan. Y este es el nuestro.