General Motors o Ford no van a quebrar
Esta semana se ha sabido que S&P (la agencia de rating Standard&Poors) decidía rebajar la deuda de Ford y General Motors por debajo de lo que se llama investment grade. Eso equivale a equipararlo a los famosos bonos basura.
La consecuencia para los actuales propietarios de bonos emitidos por dicha empresas es que sufren una pérdida contable inmediata, ya que su cotización en el mercado de deuda se hunde. De hecho pasan a cotizarse por debajo del nominal.
¿Existe un riesgo de pérdida real? Existe en la medida que General Motors o Ford puedan quebrar. Si quebrasen, los poseedores de sus bonos podrían no cobrar el nominal de los mismos. Pero si no quiebran, al vencimiento del bono, la compañía les debería pagar el nominal.
La quiebra de cualquiera de esas grandes compañías sería un terremoto económico y financiero, y es una eventualidad que no se puede pensar si se es realista. Es verdad que están mal, que están sufriendo las consecuencias de una competencia feroz de los japoneses y coreanos en especial en los EEUU, pero ambas pueden y deben levantar la cabeza, tomando decisiones rápidas, acertadas pero drásticas, conscientes de que deben despabilar, porque estamos en el siglo XXI, y el modo en que se diseñan, hacen y venden los coches ha cambiado totalmente.
¿Cabe que se produzca alguna fusión en el sector? ¿Incluso entre ellos? En mi opinión es perfectamente probable, y quizás deseable, pero siempre que venga acompañada de un nuevo impulso, y de cambios drásticos. Si quieren ser uno de los pocos (menos de 6) fabricantes que sobrevivirán en la segunda mitad de este siglo, con nuevos carburantes, nuevos materiales, nuevas fábricas, nuevas formas de ceder el uso y la propiedad, nuevos habitáculos, nuevos usos para el automóvil, deben pensar en una fusión que crease el mayor fabricante del mundo. ¿Serán capaces? ¿O se dejarán arrastrar por la falta de innovación y la falta de ideas que ha afectado al propio conductor norteamericano en los últimos años?
Los otros contendientes lo tienen muy claro. Al menos tres de ellos ya han empezado a hacer coches del siglo XXI, y sus cuentas de resultados lo reflejan. Sólo oír sus nombres debe darles miedo a los anticuados directivos de Detroit: Toyota, Renault/Nissan, BMW