¡Hazlo sencillo! (Keep it simple!)
Muchas empresas, sobre todo grandes grupos, han modificado recientemente sus organigramas. Por ejemplo Repsol, tras la llegada de un nuevo presidente (Brufau) que ha eliminado la figura del consejero delegado, o Telefónica, cuando el pasado año abandonó la empresa el anterior consejero delegado (Abril Martorell) y su puesto fue asumido por el presidente, o el SCH, coincidiendo con la salida de Amusátegui y Corcostegui, o Agbar, al salir el consejero delegado (Jové), y así podríamos seguir.
Aunque no puedo decir que el resultado de todos esos cambios organizativos me parezca siempre acertado, sí que pueden constatarse algunos trazos comunes en muchas de las organizaciones que surgen del cambio.
El trazo que me parece más positivo, y que quiero destacar aquí, es el de la SIMPLIFICACION. Los nuevos organigramas pretenden ser más sencillos, más simples. Y ese deseo o necesidad de simplificación es muy a menudo la justificación principal aludida para el cambio.
En ese sentido, por ejemplo, es evidente un fenómeno que debería analizarse con más detenimiento: la eliminación de la figura del consejero delegado, en una especie de efecto-imitación de la figura del PDG (President Directeur General) típicamente francesa. Lo hemos visto en Repsol, pero también en Agbar recientemente, y en Telefónica.
Volviendo a la simplificación, debo decir que los organigramas de las grandes corporaciones (y también los de las empresas familiares medianas) adolecen muy a menudo de los mismos defectos: son excesivamente complicados, incluso enrevesados, y en los mismos suelen sobrar, de manera evidente, bastantes puestos.
La consecuencia es nefasta: el equipo directivo no es un equipo compacto; a veces ni siquiera se puede decir que sea un verdadero equipo.
Antonio Brufau, el nuevo presidente de Repsol, ha apostado recientemente por un equipo directivo a primer nivel más reducido y compacto que el anterior, sin un consejero delegado, y con menos directores generales, pero con un mayor nivel de autonomía de gestión. Con menos comités. Más ágil y más claro en atribuciones. Con más control, más de lo que los americanos llaman accountability pero más libertad de acción a la vez.
El resultado será, sin duda, positivo para la empresa, sus accionistas, sus clientes y sus empleados.
Hay empresas familiares con organigramas más complejos que el de Repsol. ¿Para qué? Pues sin duda para nada bueno.