Invertir en acciones no es para siempre
Nunca he sido partidario de entrar en bolsa y vender enseguida. Creo en la inversión a largo plazo, en empresas que tienen una trayectoria de crecimiento o de dividendos consistente y de las que espero buenos datos en el futuro; en las que intuyo (esa es la mejor palabra) una reserva de valor que la bolsa aún no ha descubierto, y confío que se haga evidente en el futuro, produciéndome una suculenta plusvalía.
Pero invertir en una empresa y olvidarse de ella para siempre, por muy buena que ésta nos parezca, ya no es una buena política, si es que alguna vez lo fue. Algunas de las mejores empresas de la bolsa en el 2013, por ejemplo, pueden perfectamente ser de las peores de 2014. Eso, entre otras cosas, es lo que hace apasionante (y peligrosa para el desconocedor) la inversión en acciones.
La cuestión clave es, como no, ¿cuando hay que vender?
Dos consejos:
1. Revisar al menos una vez al año las acciones que se posean, y preguntarse si en ese momento la comprarías.
2. Cuando nos plateemos vender una acción, preguntarnos qué vamos a hacer con el importe de la venta. ¿Tenemos una opción mejor que mantener esa acción en nuestro poder?