La absurda guerra del cava. ¿Nos traerá algo bueno?
Parece ser que recientemente Codormíu ha sido condenada en un pleito planteado contra ella por Freixenet por el uso de botellas esmeriladas a imitación del Carta Nevada de Freixenet, por lo que se habla de que el juez puede llegar a fijar una indemnización de hasta 60 millones de euros. Con ello se pondría final al pleito que empezó la llamada guerra del cava.
La reacción que me produce esta noticia es que ahora, con más razón que nunca, ambas compañías deberían olvidar sus rencillas e iniciar las conversaciones para fusionarse en una gran empresa del cava y el vino, de ámbito verdaderamente global. Una empresa que alcanzase una posición de liderazgo en los principales mercados mundiales, y que posicionase su marca como una de las top 20 del mundo del consumo.
Ambas empresas se complementan perfectamente. El gran pero único obstáculo que habrían de salvar sería el de los personalismos y las sagas familiares, pero hasta este obstáculo es solucionable con imaginación y buena voluntad. Y ambas empresas lo necesitan y el momento de hacerlo está muy cerca en cualquier caso. Lo harán de un modo u otro. Y en beneficio del país, deberían hacerlo desde dentro, y no vendiendo a terceros. En ambas casas llegará el momento en que habrán de optar por despersonalizar y desfamiliarizar la gestión, porque el tamaño que han alcanzado, su creciente presencia internacional, y la cada vez mayor amplitud de su base accionarial, en término de número de accionistas y de ramas familiares, no les van a permitir prolongar la vida de sus actuales modelos empresariales.
¿Por qué no abordar esa nueva singladura en el mismo barco, a al menos siendo parte de la misma flota? Al proyecto se podrían y deberían sumar otras empresas familiares del sector, como Osborne o Torres, si de verdad se quiere llegar a crear una empresa que cuente.
Si no son las nuevas generaciones de administradores de esas empresas quienes toman la iniciativa, habrá otros que lo harán por ellos. Ya hay empresas de capital riesgo que están pensando en dirigir ese proyecto, con las mismas empresas que he mencionado. Y sus directivos no están en España.
El problema, a largo plazo, no es el boicot del cava en el resto de España, aunque en estos momentos escueza, y se note en los resultados de este año y quizás el próximo, hasta que el tema del Estatut esté resuelto. El problema es estar en la bodega de todos los restaurantes y en la nevera de todos los hogares del mundo civilizado, y ser una marca global.
Tener multinacionales de aquí es una fuente de riqueza que nos hará ser un país de primera en el siglo XXI, y que hará de nuestros hijos y nuestros nietos ciudadanos admirados y respetados del mundo occidental, algo que mi generación no ha conseguido. Hemos hecho los deberes en casa, pero no somos nadie en el mundo de los que cuentan.