Es chocante que yo esté escribiendo esto, con la que está cayendo. Pero los coletazos de la Covid19 y la guerra de Ucrania, por muchos muertos que produzcan, no acabarán con la humanidad; la crisis climática, sí que puede hacerlo y de hecho lo hará, si no reaccionamos con mucha más fuerza de lo que lo estamos haciendo.
La Tierra ha experimentado cinco extinciones masivas anteriores a la que estamos a punto de vivir ahora mismo. Y todas, excepto la que extinguió a los dinosaurios, se debieron al cambio climático producido por los gases de efecto invernadero.
Los científicos dicen que la línea roja que no se debe cruzar es la de las 400 partículas por millón, y ese límite hace tiempo que lo rebasamos. Ahora mismo estamos en 418 y sigue subiendo.
Los acuerdos de París de 2016 no sirvieron para nada. Y tampoco existen esperanzas de que hayan servido los más recientes firmados en Escocia. Un dato: actualmente quemamos un 80% más carbón que en el año 2000.
Los efectos los estamos notando en varios frentes. Por ejemplo en la aceleración de las migraciones desde el África subsahariana. A lo largo del siglo XXI la población de África pasará de 1000 a 4000 millones de personas. ¿Qué comerán?
Ya en el Protocolo de Kyoto de 1997 se consideró que un calentamiento global de 2ºC sería una catástrofe que provocaría inundaciones, sequías y olas de calor, aparte de huracanes y lluvias torrenciales, que harían que lo que antes considerábamos “desastres naturales” pasaran a calificarse como “mal tiempo”. Y así está siendo.
En estos momentos ese escenario de +2ºC ya se considera optimista.
De hecho, ahora se estima que incluso si aplicásemos todas las medidas surgidas del Acuerdo de París, nos iremos a un calentamiento de +3,2ºC, que provocará, por ejemplo, que cientos de ciudades en todo el mundo queden inundadas por la subida del nivel del mar. Entre ellas Miami, Shangai o Hong Kong. La mayoría de ellas ya lo están sufriendo. Se estima que el nivel del mar puede elevarse 2 metros para el año 2100.
Los científicos avisan de que solo con +2ºC los hielos polares empezarán a colapsar, como ya está pasando y podemos ver en los medios de comunicación. Su desaparición liberará más CO2 del que ahora contiene la atmósfera terrestre. En parte será metano, un gas con mayor efecto invernadero que el CO2. Que 400 millones de personas pasarán hambre, lo que también está sucediendo. La mayor parte de las ciudades de la franja ecuatorial serán inhabitables, y las olas de calor llegarán a latitudes inusitadas, provocando miles de víctimas cada verano. También es algo que poco a poco va pasando.
¡Con +3ºC el Sur de Europa estará en situación de sequía permanente! Se calcula que será hacia 2080. Y las superficies quemadas por incendios forestales se duplicarán en todo el Mediterraneo.
En el horizonte de 2030 se apunta a que el agua dulce sea solo el 60% de la que necesita el planeta. Y que en países como India apenas llegue al 50%. A nadie se le ocultan las consecuencias de todo esto.
Si no paramos el proceso de calentamiento global (y NO lo estamos parando), este escenario se va a alcanzar en las próximas décadas de este siglo. ¡Y es probable que se llegue incluso a escenarios peores!
Es importante entender que, aunque milagrosamente cesáramos de inmediato de mandar gases de efecto invernadero a la atmósfera, la propia inercia aún haría subir algún grado la temperatura media global, debido a lo que llevamos emitido hasta ahora.
Desde un punto de vista económico, hay estudios que apuntan a que un alza de +3,7ºC supondría unos costes de más de 500 billones de dólares; ¡casi el doble del valor de la riqueza mundial (280 billones). O sea que el calentamiento global puede acabar con la riqueza mundial y devolvernos, de alguna manera, a las cavernas.
Con esas premisas no es de extrañar que multimillonarios como Elon Musk quieran llegar a habitar Marte, porque la Tierra tiene sus días contados, y preferirían no seguir aquí cuando la catástrofe empiece a hacerse más evidente.
Con todo lo que acabo de explicar, no os extrañará que sea pesimista, porque no solo no estamos tomando todas las medidas necesarias al ritmo que se requiere, sino que hay cosas que se mueven en la dirección contraria. Un ejemplo es el auge de las criptomonedas, que consumen más energía en su producción que todos los paneles solares del mundo combinados. O el equivalente anualmente a 1 millón de vuelos transatlánticos.
Y seguimos derrochando energía. El 70% de la producida en el planeta se pierde en calor no aprovechado. En Arabia Saudí se queman 700.000 barriles de petroleo cada día en el verano, la mayoría para proporcionar la electricidad que consumen los millones de aparatos de aire acondicionado del país.
Nadie quiere se menos que nadie en el mundo, y entre todos acabaremos con el planeta. ¡Y todos seremos iguales en el cementerio!
Entre hoy y el día de la extinción de nuestra especie debido al colapso climático, no queda nada. Si seguimos así no cabe duda de que será en este siglo. ¡Y nosotros seguimos “sin mirar abajo”! (Como ya mencionaba en un post previo).
No hay soluciones mágicas, tampoco en la tecnología. Para evitar la catástrofe climática el mundo debería añadir diariamente una cantidad de fuentes de energía limpias equivalente a la generada por una planta nuclear. ¡Diariamente! Es decir, ¡la catástrofe climática es inevitable!
Al mundo le queda escasamente hasta 2050 para eliminar totalmente la producción de gases de efecto invernadero, y a partir de ahí esperar al efecto inercia, y rezar porque no se desaten verdaderos horrores devastadores, porque, según avancemos hacia esa fecha, el pánico medioambiental irá creciendo.
Dejar avanzar el calentamiento global es un acto planetario de SUICIDIO.
Todos deberíamos tomarnos más en serio este problema. Por ejemplo y salvo no necesitemos el transporte para trabajar, sería razonable usar menos coches privados y buscar alternativas, aunque se pueda pagar la gasolina a pesar de su precio. En realidad, nadie compra gasolina. Lo que se compra es el derecho a seguir conduciendo el automóvil. Creo que en casos de emergencia hay que equilibrar mejor derechos y deberes.