Los países productores de petróleo, y en especial Arabia Saudí y Rusia, están recortando la producción de petróleo porque ya ha empezado la cuenta atrás hacia el abandono de esa fuente estratégica, a la vez que enormemente contaminante, de energía.
Todos los países productores saben que el final del petróleo está ya en el horizonte de mediados de siglo, y todos tratan de hacer lo que se conoce como yield management; es decir, tratan de optimizar su curva de ingresos, sacar el máximo partido de sus reservas. Todos, absolutamente todos, lo tienen en sus agendas. En el caso de Arabia Saudí, está al frente de los países productores (OPEC+) porque es el máximo productor mundial y tiene las mayores reservas; y en el de Rusia, co-abandera el movimiento como parte de su pulso bélico con Occidente.
Recortan la producción para que suba el precio, pero sin exceder ciertos límites. Son conscientes de que cuanto mayor sea el precio, más se aceleran las inversiones en desarrollo o uso de energías alternativas. Por otro lado ya espoleadas por la evidencia de la necesidad de reaccionar ante el calentamiento global y la crisis climática.
A ellos les importa poco que ese aumento de los precios de las fuentes de energía fósil empujen al alza las ya de por sí altas tasas de inflación en todos los países no productores, que ya están siendo afectadas por el alza de los alimentos provocada por la sequí persistente que padecen todos los continentes. O al menos no es su problema hasta que esos países consumidores entren en recesión y reduzcan su consumo de petróleo porque sus bolsillos estén vacíos, mientras los de ellos rebosan dinero.
Todo está relacionado.
En los próximos años, este largo proceso de ocaso del petróleo, que será lento pero imparable, provocará graves impactos económicos, políticos y sociales en todo el mundo. De hecho ya los vemos con las desigualdades sociales que arrastra la inflación, el alto coste de la electricidad o el gas, la desigual implantación de las energías renovables, etc.
Porque no todos los países productores tienen claro como acabará para ellos esa cuenta atrás. Muchos entrarán en una grave crisis cuando el petróleo deje de ser imprescindible. Estoy pensando, por ejemplo, en Venezuela. O en Rusia (de ahí la desesperación con la que se enfrenta a Occidente y cómo hace méritos para convertirse en escudero de China). Es decir, muchos de ellos “morirán matando”. De hecho, ya lo han empezado a hacer.
Los que están tratando de gestionar el proceso, y pueden permitírselo, como Arabia Saudí, Noruega o Qatar, están preparándolo desde hace tiempo; comprando activos inmobiliarios prime y empresas en todo el mundo occidental. En esa línea se sitúa la reciente compra del 9,9% de la española Telefónica por parte de una empresa saudí mayoritariamente participada por el Estado.
Este contexto explica también, en parte, las dudas de los bancos centrales, jugando al gato y al ratón con la inflación, el crecimiento y los tipos de interés. El encarecimiento de la energía no puede ser tratado con subidas de tipos de interés, por tanto parte de la medicina que aplican los bancos centrales a la economía solo sirve para frenarla, pero no para rebajar la inflación. De ahí que Rusia se suba al carro, como parte de su guerra particular. Y a Arabia Saudí parece importarle un bledo; su política es “más vale hacer caja hoy, porque mañana a saber qué pasa…”
En definitiva, lo que ya sabemos: ¡cuanto antes podamos prescindir del petróleo y más corta se ala cuenta atrás de su desaparición como elemento esencial de nuestras vidas, mejor para todos!
Cada uno hemos de empezar por aplicárnoslo a nosotros mismos.