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La economía, la ciencia más compleja
Está de plena actualidad el debate entre los economistas de todo el mundo, agrupados en dos bandos, sobre si lo mejor para la recuperación del crecimiento económico mundial a largo plazo es recortar los déficit fiscales para evitar el crecimiento de las cifras de deuda pública y la posible quiebra de los estados, o es mantener las políticas de ayudas, sin subir los impuestos, para evitar que el débil crecimiento que disfrutamos ahora se esfume, y la ansiada recuperación se aplace sine die.
Ambos bandos tienen argumentos bien hilvanados a favor de sus tesis, incluso se remiten a períodos pasados en los que, dicen, se probó que lo que plantean fue la solución. Yo reconozco no saber la respuesta. Será la historia quien acabará dando la razón a unos u otros.
A mi me parece que, en el fondo, se trata de priorizar el corto o el largo plazo. Quienes defienden los recortes priman el largo plazo, a costa de más sacrificios a corto. Quienes defienden el mantenimiento de las ayudas priman en corto plazo, y confian en que la recuperación de la demanda y la inversión, cuando se produzca, servirá para curar todos los males, incluido el déficit fiscal y más tarde el exceso de deuda.
Los ciudadanos de a pie somos meros espectadores. Sólo queremos que se haga algo y que ese algo sea eficiente. Los mercados financieros, que son la fuente de capital de los estados, la banca y las empresas, ya han dictado su sentencia: recortar, reducir los déficit públicos. Ahora son los políticos los que dudan entre una opción u otra. Esa duda puede hacer más daño que la asunción firme de una sola política mundial, sea la que sea.