La hipótesis de una crisis económica global
Hace unos días un amigo me hizo llegar un breve documento firmado por el catedrático de estructura económica de la facultad de economía del IQS de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, Santiago Niño Becerra. El título del documento (de dos páginas) era El crash de 2010. Las predicciones catastróficas del profesor Niño merecen sin duda alguna un comentario. Aunque me anticipo a decir que no creo que sus negros vaticinios se confirmen. No queriendo ello decir que la probabilidad de que se dé el escenario que nos presenta sea cero. ¿Cuál es ese vaticinio? La posibilidad de que en 2010 el crecimiento del PIB mundial sea negativo. Aunque él mismo se anticipa a limitar la probabilidad de ese hecho al 20%. Antes de analizar los factores que aduce como causa de ese decrecimiento, conviene empezar por preguntarse si necesariamente sería negativo, porque es posible que el mundo empiece a ver reducir su población global en esas fechas. Y de ser así, aunque el PIB mundial bajase, podría ocurrir que el PIB per capita no se redujese, sino al contrario. Yo creo que una reducción del PIB no es necesariamente negativa, y sobre todo dudo de que esa reducción se produzca, salvo que viniera acompañada de una drástica reducción de la población mundial, cosa que tampoco creo que se vaya a dar. El argumento de Niño se basa en los siguientes elementos, que voy a tratar de argumentar: 1) El endeudamiento mundial, público y privado es enorme y difícilmente puede aumentarse, por lo que el consumo puede sufrir un parón. Creo que hay margen para aumentar ese endeudamiento, y que, salvo que haya una caída radical de la valoración de los activos que soportan ese endeudamiento (explosión de burbuja inmobiliaria), ese efecto negativo no debería producirse. 2) La conciencia del agotamiento de las reservas de petroleo, y su enorme impacto en todos los ámbitos de la economía, ahora sustentada en dicha fuente de energía y de materia prima. Sin duda la conciencia del agotamiento del petróleo va a traernos una crisis en algún momento, pero no creo que provoque un crash. Confío en el descubrimiento de fuentes alternativa de energía y de materiales renovables, a un ritmo que se acompase con la desaparición del petróleo. Aunque hay que reconocer que éste es un peligro real. 3) La imposibilidad de que los EEUU sigan absorbiendo toda la oferta de productos del resto del mundo y en especial de Asia, así como que el dólar sea la moneda mundial de referencia, porque los gigantescos déficits fiscal y comercial de los EEUU ya no lo permiten. Yo estoy convencido de que los EEUU aún tienen cuerda para rato, y sobre todo de que Europa y Asia van a relevar al menos parcialmente a EEUU en el papel de compradores mundiales, del mismo modo que sus monedas (el euro, el yen y el yuan) van a tomar un mayor protagonismo, pasando de un mundo centrado en el dólar a uno más repartido en tres zonas: dólar, euro y yen-yuan. 4) La destrucción de empleo industrial como consecuencia de la introducción masiva de tecnologías de información y comunicaciones (TIC). Creo que hemos de dejar de pensar en una sociedad basada en el empleo industrial. El empleo lo hemos de identificar con los servicios. Y los servicios ya no son la excepción, sino la regla. Hay que ampliar el concepto de servicios si queremos entender la economía del siglo XXI. 5) El mercado ha pasado a ser el mundo entero, porque toda la economía global está interrelacionada. Lo que Niño ve como un elemento de riesgo y favorecedor del crash, al acelerar la contaminación de un país a otro, puede verse como lo contrario. Creo que la interrelación puede facilitar la salida de la crisis, al permitirnos ser más eficientes en la recolocación de recursos.
En conclusión, se trata de una tesis valiente e interesante, que sin duda habrá quien comparta, sea total o parcialmente, pero creo que su probabilidad es muy inferior al 20% que el autor apunta.