La lidia de toros, un producto made in spain
Si alguien no ha asistido nunca a una corrida de toros, le animo a que lo haga. Es una ceremonia ancestral, que merece la pena ver y escuchar.
Los toreros son como los empresarios: tienen que competir muy duro para salir triunfantes. Y no se triunfa en una sola corrida, en una sola tarde; se triunfa en una temporada.
El público es muy exigente. Observa que le ofrece el torero, qué hace y con qué sentimiento lo hace. No sólo es técnica. Es pasión, es sentimiento. No sólo es el resultado, es el esfuerzo en relación al resultado. Juega, como en todo, un poco la suerte: qué toro le ha tocado.
Pero no todo es suerte. En cada corrida le tocan dos toros a cada torero, de modo que tiene una segunda oportunidad. Y en una temporada mata 100 ó 200 toros.
El trabajo del torero, como en la empresa, no es trabajo aislado. Tiene una cuadrilla, un equipo, e incluso un apoderado, una especie de agente o mentor. Pero quien se juega el tipo en la arena es el maestro, el torero, solo ante el toro. También como en la empresa. Aunque el equipo cuenta, al final, nadie nos libra de la archifamosa soledad del manager. Y quien paga, a veces con su vida, el fracaso en una faena, es el matador. Aunque su equipo también sale afectado, se disuelve y desaparece.
Ningún país del mundo es capaz de gestionar el desarrollo de una corrida como España. No se me ocurre ni imaginar que harían en China, Japón o Finlandia, si trataran de copiar una corrida, y varios individuos se metieran en un ruedo con un morlaco de más de 500 kilos de peso, y cuernos como puñales. Las ambulancias no darían abasto.
Hay quien critica las corridas de toros por su crueldad con los animales. A mi no me parece que sean criticables por eso. Los toros bravos o toros de lidia, han nacido y se crían para luchar por su vida en la plaza. Y mueren como estrellas, después de alcanzar el cenit de su existencia: ser toreados, dándoles la oportunidad de luchar por su vida.
Lo que si debemos reivindicar, como en todo lo que hacemos, es toreo de calidad, y buenos profesionales, y probablemente que una nueva generación se haga cargo de la gestión de la fiesta. Porque los toros son nuestro producto más emblemático, y no debemos avergonzarnos de ello.
¡Ah! Hoy he asistido a la reaparición de José Tomás, el Dios del toreo, en la Plaza Monumental de Barcelona, y yo, como 20.000 personas más, he tocado el cielo.