Siempre he pensado que el déficit de formación e información económica y financiera en un país es una lacra para su sistema democrático.
España no es una excepción.
Ese déficit podría evitarse con una mejor formación en las escuelas y universidades, y en especial una mejor formación de los periodistas, ¡y no digamos de los políticos!. Si así fuera no oiríamos o leeríamos las cosas que oimos y leemos, ajenas al mínimo conocimiento del funcionamiento de la micro y la macroeconomía. En especial de las cuentas públicas. ¡Y no veríamos como nuestros políticos dicen y hacen verdaderas aberraciones!
Voy a detenerme en las cuentas públicas.
Hay quien piensa que la política, al fin y al cabo, se concreta en el dinero público. En los presupuestos, que es donde se define como la Administración va a cuadrar sus cuentas. De dónde va a sacar el dinero (impuestos, tasas…) y en dónde lo va a gastar.
En ese sentido, podemos decir que el dinero público se gasta en cuatro conceptos:
La plantilla pública
Los intereses de la deuda pública
Los gastos discrecionales
Las inversiones
A la hora de hacer el presupuesto anual, los dos primeros viene predefinidos, por el número de funcionarios o personal contratado, y por el volumen de deuda que la administración en cuestión tiene contratada. Aunque está claro que los políticos pueden decidir aumentar la plantilla o asumir más déficit (gastar más de lo que ingresan) y por tanto tener que pagar más intereses.
Los dos segundos son discrecionales. Normalmente son consecuencia de las promesas políticas que se han hecho a los ciudadanos.
La triste realidad es que la parte del presupuesto “obligada” suele ser la mayoritaria, quedando poco margen para el gasto discrecional y para las inversiones, salvo que se quiera engordar la deuda, algo que no se puede hacer ad infinitum, porque cuanto más deuda se tiene en relación al PIB, más cara se paga, llegando a un nivel extremo en que nadie quiere prestar a esa administración manirrota y se dice que el país, la región el ayuntamiento… se declara en quiebra. Aparte de que cuanto mayor sea la deuda, mayores los intereses y menos espacio para gastos e inversiones discrecionales, creando un fatal círculo vicioso.
En fin, son ideas sencillas y fáciles de entender, que todos deberíamos tener presentes.
Y en ese marco deberíamos movernos cuando discutimos sobre las plantillas públicas y su productividad, por ejemplo. Yo he sido consultor y siempre he pensado (no hace falta ser un lince) que si me encargaran analizar la productividad de cualquier administración pública, sería capaz de multiplicarla por 2. El estatuto intocable del funcionario es un privilegio decimonónico que conduce a ineficiencias múltiples (alto absentismo, estructuras organizativas inadecuadas, mala adecuación de perfiles y puestos, uso insuficiente o inadecuado de la tecnología, corporativismo pernicioso, etc.). ¡Solo hay que ver el éxito desaforado de las convocatorias funcionariales, para hacer evidentes los privilegios! Pero ningún político se atreve a cambiarlo, y los ciudadanos, que somos los que pagamos los impuestos, y por tanto los que pagamos a esos funcionarios, son sentimos estafados e impotentes. ¡No es difícil ver en esto una de las causas de la desafección de la política que se demuestra en la cada vez más baja participación en los procesos electorales…!
Y ya no me meto en cómo se deciden el gasto discrecional y las inversiones…
En fin, para no alargarme y dejar un mejor sabor de boca, debo decir que todo se aguanta porque hay una minoría de políticos y de funcionarios que hacen bien su trabajo y que luchan para que el sistema no los aplaste. No nos aplaste.
Cuánto razón tienes Paco!
Qué fácil sería multiplicar la eficiencia de la administración pública por dos y hasta por tres y qué ineficaz son los intentos de conseguirlo...
Supongo como tú que la ignorancia es la última causa de esa oportunidad de mejora tan grande y la conclusión que he sacado es que por lo menos a mis hijos los quiero tener informados. No llego más lejos porque casi nadie distingue ni gastos de inversiones, ni hay interés en el tema.
Será que en realidad falta interés tanto en saber como en enseñar?!