Las OPVs en España
La Bolsa española ha experimentado en los últimos años una avalancha de OPVs (ofertas públicas de venta) por las que nuevas empresas han entrado a cotizar.
Los resultados han sido, en general, positivos, aunque ha habido algún fiasco sonado.
Entre los positivos podemos anotar Grífols o Solaria, de los más recientes. Y entre los negativos hay casos curiosos, como los de Vueling y Astroc.
Grífols y Solaria salieron al mercado a precios altos, como ha ocurrido en casi todas las OPVs, pero, por una razón u otra, han demostrado que podían cumplir sus promesas, como en el caso de Grífols, o han tenido la suerte de que su negocio se pusiera de moda (como Solaria).
Los casos de Vueling y Astroc son ejemplos paradigmáticos de cómo actúa el mercado ante estas salidas a Bolsa: el mercado se cree cualquier cosa. O al menos se creía cualquier cosa, antes de que ocurrieran estos casos precisamente. O, lo que sería peor, el mercado se deja manipular, de un modo u otro, por aquellos que están interesados en que la nueva acción se revalorice, para poder anotarse beneficios espectaculares, y cargarle el muerto a otro.
En el caso de Vueling, fue la sociedad de capital riesgo que apoyó la salida a Bolsa, quien vendió y se desentendió de la empresa, que semanas más tarde cayó de manera fulminante, y por debajo de su precio de salida a Bolsa.
En el caso de Astroc, fue su presidente quien dio señales de que la sociedad no valía lo que pagaban por ella. De nuevo cayó en picado. Todo era fruto de las hinchadas expectativas que uno y otro se habían ocupado de crear.
La conclusión es obvia: empresas sin un pasado que las avale, y con un proyecto teóricamente innovador, pero en absoluto probado más que en su plan de negocio, que son vendidas como si de un producto milagroso de las canales de televenta se tratase.
Hay que ir con mucho cuidado si se quiere separar el grano del trigo en estas glamourosas OPVs.