Los mandos intermedios: ¿el problema o la solución?
Existe un gran debate sobre el papel del middle management en las empresas
Un artículo de Mireia Las Heras y Ammeloen Raes en la Revista del IESE me ha hecho pensar en ello.
La moda en los últimos tiempos, en especial en las startups, conduce a organizaciones planas, donde no existen los llamados “mandos intermedios”, personajes que se presume que no aportan valor sino que entorpecen tanto la comunicación entre la alta dirección y los empleados como el desarrollo de la autonomía y la innovación de los equipos de trabajo.
Pero en mi opinión los mandos intermedios, en determinados sectores y en determinado tamaño de empresas, si están bien seleccionados, bien formados y bien gestionados por los directivos, sí que pueden generar valor, y mucho.
Es obvio que he incluido al menos tres condicionantes que deben cumplirse, y que no es fácil conseguirlo: selección, formación y gestión. Y cuando digo selección incluyo también, por supuesto, promoción interna bien hecha (no por antigüedad, para entendernos). Y cuando digo formación incluyo la interna y la externa; sobre todo en gestión de equipos.
Los mandos intermedios que cumplan esos requisitos, son positivos en todo tipo de empresas, pero imprescindibles en aquellas en las que el conocimiento entre la dirección y los empleados es muy dispar, y en las que tienen una dimensión en la que la comunicación, tanto vertical como horizontal es compleja. Es decir, en grandes empresas industriales, comerciales o financieras.
En el sector de le tecnología, quizás es menos importante y el rol del mando intermedio puede ser más complejo e incluso innecesario, sobre todo al inicio de su vida (las startups). Pero todas, a poco que empiecen a crecer, deben recurrir al middle management.
Un middle management que es diferente en cada empresa, en función de su cultura, su sector y su dimensión.
En conclusión, middle management excesivo o malo, rotundamente NO. Pero en su justa medida, bien selecionado, bien formado y bien gestionado, rotundamente SI.
Las autoras del artículo de la Revista del IESE que me inspiró, llegan a conclusiones similares. Os animo a leerlo si podeis.