Más fusiones en el sector de la construcción en España en un futuro próximo
Si España ha sabido aupar a un puesto de liderazgo mundial en los últimos años a algún sector empresarial, éste ha sido el de la construcción.
Las 6 grandes firmas cotizadas en Bolsa (ACS, Acciona, Ferrovial, Ferrovial, Sacyr y OHL) se han convertido en enormes corporaciones empresariales, que, desde su negocio principal, la obra pública en España, han sabido evolucionar hacia nuevos negocios y han expandido sus operaciones por el resto del mundo.
Hoy en día están reconocidas como líderes en su sector a nivel global, y su capitalización las coloca entre las compañías constructoras más valiosas del mundo.
Todas ellas son fruto de fusiones en mayor o menor medida. Han sabido utilizar las operaciones financieras de compra o fusión para adquirir tamaño, mercados o conocimientos que no tenían, y hay que reconocer que lo han sabido y lo saben hacer con maestría.
Hoy no se entendería la salud y el crecimiento de la economía española sin su existencia. Y las perspectivas de futuro que apuntan todas ellas son en general optimistas.
Son de las empresas españolas más admiradas, y sus equipos directivos han demostrado una capacidad y una ambición internacional que no era conocida entre las firmas españolas hasta ahora.
Pero las fusiones en el sector van a continuar. Y lo van a hacer por muchas razones, pero quiero destacar aquí dos de ellas, una coyuntural, y otra estructural.
La coyuntural es que el Ministerio de Fomento español ha decidido restringir los concursos de adjudicación de obra pública a firmas o consorcios que demuestren el tamaño, la experiencia y los medios suficientes para hacer frente a las obras que salgan a concurso, primando la especialización.
Ello supondrá que ya no se basarán las adjudicaciones sólo en el precio, y que ya no podrá presentarse cualquiera a un concurso, sino que será el Ministerio quien dirá quien podrá hacerlo, restringiendo la presentación de propuestas a aquellos que sean elegidos.
El resultado de todo ello es que las constructoras habrán de aliarse o consorciarse para ir a los concursos, y que habrán de hacer inversiones en maquinaria adecuada a las obras que deban abordar, y que habrán de restringir la subcontratación, de la que hasta ahora se ha hecho tan ampio uso.
Y la consecuencia inmediata será que algunas constructoras medianas se plantearán seriamente una fusión. Sobre todo aquellas que actuén en comunidades regionales diferentes, y que vean la fusión como un camino para asegurarse una parte del negocio estatal, sin renunciar a su cuota de negocio de obra pública regional.
Por otro lado, la razón estructural es que los 6 grandes grupos que mencionamos se van convirtiendo paulatinamente en corporaciones globales, cada vez más focalizados en negocios ajenos a la construcción propiamente dicha (autopistas, concesiones de gestión aeroportuaria, logística, servicios en general, ingeniería, energía, etc), y en negocios fuera de España. Y en España, dadas sus dimensiones, van a elevar poco a poco el nivel económico mínimo de las obras a las que van a estar interesados en concursar, en consecuencia, en España va a quedar un hueco por cubrir entre los megagrupos y las empresas medianas, que justificará la fusión de algunas de éstas (como ya va ocurriendo poco a poco: Véase el caso de Isolux-Corsán, o las ansias de San José de hacer una operación grande) para formar una nueva gran empresa de construcción española.
La gran operación de la que se habla en el sector, aunque no se acaba de materializar, es una macrofusión de varias empresas constructoras medianas regionales que formasen de golpe la gran empresa de la que hablamos. Que formasen de golpe la número 7.
Porque, además, y con esto acabo, no sería de extrañar que entre las 6 grandes también se produjera algún matrimonio de conveniencia.