Ni liderazgo sin gestión, ni gestión sin liderazgo
Las empresas necesitan equilibrar las funciones de liderazgo con las funciones de gestión o ejecutivas.
Tener un líder, es decir, alguien que ejerza las funciones de liderazgo, y que desarrolle una visión inteligente, retadora y motivante del futuro de la empresa es, sin duda, imprescindible. Alguien que ponga a todo el equipo directivo y a los empleados unos objetivos ambiciosos pero bien pensados, es decir, difíciles de alcanzar, pero alcanzables. Alguien que haga una buena lectura de las tendencias del mercado y de las oportunidades, y que, de alguna manera, se anticipe a la competencia. Un visionario.
Pero no basta con tener un visionario. También hay que tener alguien que que sea capaz de concretar esa visión, de estructurar la organización, de dirigirla en el día de día, de administrar los recursos para conseguir los objetivos marcados, es decir, de llevar a cabo los planes de acción y los proyectos concretos que emanan de la estrategia.
Líder y gestor forman un tándem imprescindible. En la mayoría de empresas, esa dualidad se personaliza en dos puestos: el del presidente y el del director general, siendo la figura del consejero delegado algo que puede pivotar entre ambas funciones: a veces es el consejero delegado quien asume el perfil de líder, con o en lugar del presidente, a veces es quien asume el perfil de gestor, con o en lugar del director general. Sin descartar que existan algunos consejeros delegados que combinan ambos perfiles (líder y gestor).
En cualquier caso, es importante destacar que hay empresas en las que nadie asume la función de líder, o la de gestor, y que, en ambos casos, las consecuencias son desastrosas.
Si no hay líder, la empresas se mantiene en el presente, pero no tiene futuro. Estas empresas se suelen hundir en la mediocridad, y no desarrollan ventajas competitivas. Son empresas vulgares, sin ideas, aunque sean eficientes e incluso rentables.
Si no hay gestor, la empresa sufre un gran desequilibrio entre ideas y realidades. Vive en una especie de nube. No desarrolla su potencial, y sus directivos y empleados padecen una gran frustración. Aunque el resultado potencial parece alto, los resultados reales son bajos. Se tiene la sensación de estar en una situación permanente de tocar con los dedos el éxito, pero sin acabar de conseguirlo.
En conclusión, liderazgo y gestión son ambos necesarios, y deben darse en conjunto. De nada vale uno sin otro.