¿Por qué España parece ser el peor país del mundo en gestionar la crisis del coronavirus?
Me ha impactado ver algo que ya me imaginaba: un gráfico que ubicaba a los principales países del mundo en un doble eje: por un lado el mejor o peor resultado de la gestión sanitaria, basado en número de fallecidos por 100.000 habitantes (lo que se conoce como el grado de letalidad del virus); y por otro la mayor o menor caída de los indicadores económicos (PIB, desempleo, etc.).
España es la segunda nación, después de Bélgica, con más fallecidos por habitante; y es una de las que parece que va a sufrir una mayor crisis económica.
No podemos estar orgullosos de ello.
Pero me gustaría reflexionar con mis lectores sobre las razones de que eso sea así.
Empecemos por admitir que, sin duda, el gobierno español podría haberlo hecho mejor. Aunque nunca sabremos a ciencia cierta cuál habría sido el resultado de políticas diferentes a las que se han tomado, porque será imposible reproducir las mismas circunstancias. También he de decir que, salvo algunas ineficiencias y descoordinaciones, fruto del frenesí impuesto por las circunstancias, debido a lo novedoso de la situación y lo acelerado de la propagación del virus, no me atrevo a decir que yo hubiera tomado medidas diferentes de las que se han tomado. Es difícil ponerse en el papel de nuestros gobernantes, y yo, desde luego, no los envidio.
Quizás sí que se haya dejado ver en algún momento la bisoñez de algunos políticos y la falta de eficiencia de algunas estructuras burocráticas. Pero no es nada nuevo, por desgracia.
Tampoco se han tomado aquí medidas muy diferentes de las tomadas en otros países.
Entonces, ¿por qué salimos tan mal parados en comparación con otros?
Me atrevo a apuntar seis razones, tres que explicarían el sobre-impacto sanitario y tres que explicarían el económico.
Razones del especial impacto sanitario
La primera es obvia: tenemos una población más envejecida que la de otros países. De hecho tenemos la esperanza de vida más alta del mundo después de Japón. Y muchos (demasiados) de nuestros ancianos están aparcados (literalmente) en residencias; no siempre en las mejores condiciones higiénicas y de cuidado.
La segunda es nuestra cultura, en comparación tanto con la asiática como con la nórdico-europea. Somos más de tocarnos y besarnos, más de indisciplinados, menos de tomarnos en serio las cosas. Todo eso, que es bueno para unas cosas, no es bueno para hacer frente a una pandemia. De hecho la policía ha puesto miles de denuncias por saltarse el confinamiento; estoy seguro de que no hay parangón en el mundo (al menos el occidental).
Y la tercera es que a nuestro sistema sanitario le han faltado recursos y capacidades para proteger adecuadamente a los sanitarios, que, aunque han hecho un esfuerzo sobrehumano, han caído como moscas. La escasez de material nacional para realizar test de contagio y de equipos de protección, incluidas las mascarillas, ha sido colosal. El país había dejado todo esto en manos de China, y todo el mundo ha acudido de golpe a China. El episodio del incautamiento en Turquía de un avión con material comprado por España fue bochornoso.
Razones del especial impacto económico
La extraordinaria importancia relativa en España del sector servicios, y muy especialmente del de la hostelería y el turismo, que han estado totalmente cerrados (y a la hora de escribir este post aún lo están en gran parte) explican en gran parte el impacto especial en nuestro país comparado con países en los que la industria es más preponderante, como Alemania o la misma Italia. Nosotros tenemos el (¿triste?) record de bares por habitante de Europa y probablemente del mundo. Llevamos años reclamando un mayor apoyo al sector industrial. Si alguien dudaba de que fuera necesario, ahora se dará cuenta. Ojalá nos permita salir con un sector servicios más pequeño en cantidad pero mejor en calidad y en valor.
La falta de grandes e incluso de medianas empresas en relación con otros países europeos. Somos un país de microempresas; en muchos casos de artesanos o comerciantes convertidos en empresarios. Microempresas que carecen de capital y por supuesto de I+D+i, y que son vehículos frágiles a merced de cualquier tempestad importante como es este maldito coronavirus. Somos el país de la UE con más proporción de microempresas. Sin dejar de lado que en determinadas regiones existen más trabajadores en la función y en la empresa pública que en la empresa privada. Somos una economía frágil. Más que nuestros vecinos europeos, y más que la mayoría de países asiáticos. No nos podemos comparar con China, Alemania o Estados Unidos, pero tampoco con Taiwan, Corea del Sur o los Países Bajos.
Por último, y aunque en el fondo sea consecuencia de los dos anteriores, creo que merece la pena destacarlo: nuestras relaciones laborales están basadas en la precariedad. En general a más pequeñas empresas y a más sector servicios (y en especial hostelería y turismo) más precariedad y más contratos basura: donde el valor añadido de la empresa es ínfimo, los salarios son miserables. Sin duda alguna la crisis provocada por el COVID19 nos va a traer una crisis social, que ya estamos percibiendo, y que a duras penas medidas como la renta mínima podrán paliar, que no solucionar, si no atacamos el problema de fondo: apoyar a nuestra industria y a nuestras grandes y medianas empresas. ¡Y pedirles un apoyo a la nación, en consecuencia, en estos momentos de grave crisis a los que nos aboca este virus aparecido en China (a mí no me cuesta decir que es un virus chino; es en lo único que estoy con Trump).
Disculpad el sesgo político que podais encontrar en este texto; creo que la situación lo requiere. O acertamos en la salida de esta crisis, o nos hundirá en la miseria económica y social por muchos años.