Quién mueve los mercados de valores
Las acciones suben porque los inversores piensan que van a subir en un futuro, o bajan porque piensan que van a bajar. Comúnmente se dice que las acciones están baratas o caras, respectivamente.
A partir de su interpretación de los datos económicos del entorno, así como de los de la propia empresa, y la combinación de conclusiones racionales e intuitivas, los inversores se crean sus propias expectativas.
Y lo que los inversores tratan de hacer es adelantarse al mercado, ni más ni menos. Si el mercado pensara lo mismo que ellos, no existiría un recorrido en los precios, éstos ya incorporarían las expectativas citadas, y no habría margen de beneficio.
La cuestión, pues, es ganar al mercado, anticipándose al mismo. Para ello hay que leer las señales del entorno, del propio mercado financiero y de las empresas concretas que lo componen, antes que las lean los demás, y hay que acertar en la dirección de los cambios futuros.
Es decir, se trata de adelantarse, y de acertar. Lo mismo si se trata del mercado en general como de una empresa en particular.
Pero, ¿quien actúa e interviene operando en los mercados? ¿Son todos los inversores iguales? No. Hay grandes inversores institucionales, y hay pequeños inversores privados. Los primeros mueven grandes sumas de dinero, suelen invertir a largo plazo, y se mueven principalmente en base al análisis de la evolución de los fundamentos económicos (los datos), y menos por impresiones subjetivas o emociones, aunque éstas también cuentan. Son los que realmente influyen en las cotizaciones. Los pequeños inversores tienden a invertir de un modo más emocional y con un horizonte más de corto plazo, y su influencia en los precios es, lógicamente, menor.
¿Son todas las compañías que cotizan en los mercados de valores iguales? No. Hay grandes compañías cuya capitalización es muy alta, de las que se negocian grandes sumas de dinero diariamente, y en las que las apuestas de los pequeños inversores privados no suelen hacer mella. Y hay pequeñas compañías, de baja capitalización, en las que bastan pequeñas sumas para influir en el precio. Es en éstas, por tanto, en las que más se nota el impacto de apuestas favorables o desfavorables sobre las cotizaciones hechas por los inversores privados. Los grandes inversores institucionales pueden o se desinteresan por las pequeñas compañías, o a veces no son capaces de encajar operaciones, porque no encuentran contrapartida suficiente para sus posiciones.
Es decir, es principalmente la racionalidad la que mueve los precios de las grandes empresas a largo plazo, sin embargo los precios de las acciones de las pequeñas empresas, en especial en el corto plazo, están más influidos por los pequeños inversores y por tanto por los sentimientos y emociones. Eso hace que la cotización de las pequeñas empresas tienda a alejarse de su valor implícito con frecuencia, y que sea a veces manejable por quienes son capaces de influir en los sentimientos y emociones de los pequeños inversores. Es decir, las acciones de las pequeñas empresas son más especulativas.
Profundizando un poco más, ¿en base a qué inputs deciden sus inversiones en Bolsa los pequeños inversores?
Lo que está claro es que éstos no son capaces de ponerse a calcular los valores intrínsecos de las compañías cotizadas. Sólo los grandes inversores, con analistas profesionales y gran cantidad de información tanto técnica como sobre todo fundamental, pueden ponerse a calcular el valor intrínseco de una empresa, para compararlo con el precio de la acción en Bolsa. Los inversores privados se creen el precio, y actúan por intuición. No calculan el valor sino estiman, intuyen el valor en relación al precio.
¿De qué parten los pequeños inversores privados? De los consejos de los profesionales, más o menos estereotipados, y de la información económica general, que interpretan mejor o peor. Con todo ello establecen su propia pauta de actuación, y ordenan sus operaciones.
Se suelen dejar llevar por la opinión más o menos general, aunque siempre presumen que ellos están mejor informados que los demás. Es la esencia del proceso de inversión, que ya hemos dicho que exige adelantarse a los demás, y acertar en la dirección, lo que hace presumir que se dispone de mejor información que los otros. O de que se sabe interpretarla mejor que los demás.