Renovación
Estamos en época de renovación. Nunca estuvo mejor dicho "renovarse o morir". Quien no se renueve, morirá. Es el signo de los tiempos. Todos hemos de cambiar la piel como los lagartos, y quien no lo haga se ahogará en su piel anticuada y estrecha.
Hay que renovar la política y la hacienda pública. Las cuentas no salen, los ciudadanos no creen en los políticos.
Hay que renovar las empresas. Todas. Las grandes empresas las primeras, aunque sus solventes balances les permitan camuflar sus penurias, necesitan un cambio. Las medianas sin duda, quizás son las que lo han entendido mejor y mnuchas ya lo han abordado. Y las pequeñas....
Las pequeñas empresas están ante una revolución. La mayoría no es capaz de hacer el cambio, porque no tiene ni recursos ni capacidades. Sus balances, exhaustos, en ausencia de capital y financiación, no pueden financiar el cambio. Y los cerebros de sus dirigentes, también exhaustos, tampoco son capaces de encontrar la vía de la renovación. En las pequeñas empresas, por tanto, se trata en definitiva de la sustitución completa de una generación de empresarios por otra. Un cambio total y absoluto de piel. Un cambio duro y doloroso. La razón principal del malestar social y el desempleo que estamos padeciendo en países como España.
Y para que la piel se regenere han de aparecer nuevos empresarios, nuevas empresas, capaces de ocupar el espacio que están dejando las que se liquidan a cientos. Y no es fácil.
Lo dicho: todos abocados al cambio. De modelos de negocio (escalabilidad, pago por uso, externalización...), de canales de venta (Internet), de mercados (internacionales), de productos (sostenibles...).
Lo positivo: ¡que cuando acabe esta muda de piel no nos conocerá ni nuestra propia madre...!