Sin liderazgo no hay cambio
Si algún empresario cree que podrá cambiar su empresa, y poner en marcha una nueva estrategia, o un cambio organizativo, simplemente contratando a un consultor brillante que diseñe ese cambio y lo presente a todos, está totalmente equivocado.
El cambio requiere liderazgo. Y tanto más liderazgo cuanto más ambicioso sea el cambio que se pretenda hacer.
Liderazgo, ante todo, a nivel de la cúpula de la empresa. Pero liderazgo, también, a nivel de las capas de jefes intermedios.
Para cambiar una organización, o para implantar una nueva estrategia, hay que romper los esquemas existentes. Hay que hacer las cosas de forma diferente. Y ese tránsito, desde lo actual a lo nuevo, exige liderazgo a todos los niveles.
Los líderes, los directivos y jefes intermedios, han de bajar a lo concreto los nuevos planteamientos estratégicos. Han de interpretarlos y han de comunicarlos adecuadamente; a los empleados, a los clientes, a los proveedores, y a todo el entorno de la empresa.
Los líderes son, además, los primeros que han de comprar el cambio: los primeros que han de asumir y encabezar la nueva estrategia, o la nueva organización.
Y todo ello pende irremisiblemente del líder principal, aquel del que debe emanar el cambio, aquel que debe defenderlo ante los ataques que pueda recibir de aquellos que se aferren al no-cambio. Como seguro que hemos oído o leído mil veces: el líder es el motor del cambio. Y, viceversa, el desarrollo exitoso del cambio es, a su vez, la prueba del líder.
Muchas empresas se dan cuenta de la ausencia de líderes precisamente cuando quieren implantar una nueva estrategia, o una nueva organización. La falta de liderazgo conduce el proceso de implantación al fracaso; o al menos reduce sensiblemente su éxito, o lo hace mucho más costoso y largo de lo previsto.