La dedicatoria que incluí en uno de mis libros resume lo que pienso de la importancia de los socios con los que uno crea sociedades para abordar negocios: “A mis socios, pasados, presentes y futuros, porque quien tiene buenos socios, tiene un tesoro”.
El éxito en los negocios depende mucho de los socios de los que te rodeas.
Son raros los negocios que pueden emprenderse sin contar con el apoyo profesional y/o financiero de uno o varios socios. He montado o me he integrado en bastantes sociedades a lo largo de mi vida, y debo decir que su éxito es proporcional a la calidad profesional, homogeneidad de culturas y buena relación personal que he tenido con mis socios. Fuera el negocio que fuera.
A veces hay quien me pregunta si que tus socios sea amigos en bueno o malo. Mi respuesta es clara: si se trata de socios profesionales, que van a trabajar codo a codo contigo, lo mejor es que sean amigos. Aquellos a los que se puede decir las cosas a la cara sin que se abra una guerra y con los que los problemas se pueden resolver rápido. A quienes se conoce bien (y te conocen bien) y es más fácil tratarlos y gestionarlos. Aquellos que están contigo por algo que va más allá del dinero.
Pero, eso sí, si puede ser, no siendo sólo dos, sino un número impar (3 o 5, más es poco viable) de forma que no haya riesgo de bloqueo, o sea mínimo. Y si sois dos (algo muy típico) mi consejo es que uno de lo dos tenga una mayoría (del 51% o del 50,01%, pero que le dé la última palabra. Y bien aconsejados por un abogado. Y siempre con un buen Pacto de Socios por medio. Sabiendo separar el ámbito del socio del del directivo. El socio cobra dividendos, nombra un órgano de administración y vota en las juntas; el directivo cobra un sueldo y se enclava en un organigrama, de forma que tiene un jefe (que puede ser otro socio o quizás no, y si es el director general, reporta al órgano de administración y en última instancia a la junta de socios.
Los italianos tienen un dicho que me encanta: “Acuerdos claros, amigos eternos”. Yo siempre he tratado de aplicarlo en todo lo que he hecho. Y nunca he tenido un conflicto con ninguno de mis socios profesionales.
Otra cosa son los socios financieros: aquellos que se limitan a poner un capital en una sociedad, pero no participan profesionalmente en el proyecto, más allá de su asistencia a la junta de socios, o alguno de ellos, si son nombrados consejeros, su asistencia al consejo de administración.
De los socios financieros se puede ser amigo, pero no es necesario. Yo diría que incluso puede llegar a ser un inconveniente. Sólo lo aconsejo en la fase FFF (family, fools and friends) del lanzamiento de una startup, porque no hay otro remedio y, en general, los amigos lo invierten a beneficio de inventario; es decir, lo dan por perdido de antemano.
Eso no quiere decir que los socios financieros deban ser unos desconocidos. No es necesaria la amistad, pero es muy conveniente el conocimiento mutuo. Cuento mayor conocimiento, mejor.
En definitiva, si vas a crear una sociedad, escoge bien a tus socios. Y piensa bien cómo hacerlo. El consejo de un abogado es imprescindible.