Tratando de entender a Trump y su gobierno
Cómo hace pagar al resto del mundo los pecados de Estados Unidos
Este post se inspira en la información que me ha hecho llegar mi amigo Casimiro Molins, socio de la EAF Collins Patrimonios.
Son unas reflexiones personales sobre la gran incógnita: qué pretende la administración Trump, si es posible que lo consiga o no, y qué consecuencias puede tener sobre nosotros.
Los problemas de Estados Unidos son dos:
El enorme déficit comercial
El persistente y enorme déficit público
Ambos déficits se han producido y se siguen produciendo porque los americanos gastan demasiado, gastan sin límite. Tanto a nivel particular (déficit comercial) como a nivel público (déficit público).
El déficit comercial, que ha pasado de 0,1 billones de dólares en 1995 a 1,0 billones en 2021, se debe a que los norteamericanos no ahorran, sino que gastan todo lo que tienen y más, comprando productos de todo tipo (son los reyes del usar y tirar). El consumo interno es reconocido como el principal motor de la economía de aquel país. Y como buen país capitalista, la demanda ha crecido en paralelo a la barata oferta asiática; especialmente china. Los chinos les han vendido y les venden de todo, y más barato que los fabricantes nacionales. Y eso si había productos sustitutivos locales, que en muchos casos no los había, porque los fabricantes americanos, o habían quebrado o ni siquiera existían. Un ejemplo que cita Colliers en su nota: las compras de un producto tan típicamente americano como los aparatos de aire acondicionado, ya son de aparatos chinos en casi un 60%
El déficit público se ha producido porque la administración americana ha gastado y gasta sin preocuparse de dónde saldrá el dinero. Porque el mundo estaba ávido de comprar deuda americana en dólares (la moneda dominante). En especial China. La deuda pública americana ha pasado de 4,9 billones de dólares en 1995 (el 65% del PIB) a 36 billones en 2025 (el 127% del PIB). Y cuanto mayor es la deuda pública de un país, mayores tipos de interés ha de pagar.
Es razonable que el gobierno piense que es una situación insostenible, que puede causar una debacle no sólo en EEUU sino en todo el mundo y que trate de actuar en consecuencia. Es difícil negarlo.
La cuestión es cómo abordar el problema. Los dos problemas.
El déficit comercial
Lo primero es reconocer que aquellos a los que hay que hacer cambiar de hábitos son los consumidores americanos y los políticos americanos. Es ahí donde empieza y aaba el problema.
Es cierto que China, principalmente, aunque también Europa (principalmente Alemania), se han aprovechado de el apetito comprador de los consumidores americanos, pero ni China ni Alemania son culpables de eso. Los exportadores se han limitado a ofrecer los productos que los americanos compraban, fueran iPhones o BMWs, pero es la administración americana la que no ha buscado soluciones para que esos productos fueran fabricados localmente. Y ahora quiere que eso pase de un día para otro, poniendo aranceles a los productos importados. Y ponen la excusa de que los países exportadores tasan las exportaciones americanas, cuando saben que ese no es el problema.
Trump y su banda piensan que los americanos dejarán de comprar productos extranjeros (insisto, está pensando sobre todo en chinos y alemanes) porque serán más caros (lo que provocará inflación). ¿Realmente le funcionará? Quizás en la población de ingresos más bajos, que dejará sencillamente de comprar cosas superfluas. En el segmento de ingresos más altos me atrevo a dudarlo. Como no sea que la caída de la bolsa, en la que este segmento tiene depositados sus ahorros, les fuerce a frenar su afán consumista. No creo que desplacen su demanda al producto local, que, además, debería rehacer su oferta en muy poco tiempo para sustituir a los productos extranjeros, lo que me parece imposible.
La otra opción, que los fabricantes extranjeros se implanten en EEUU, que Trump clama a los cuatro vientos, tampoco es una solución rápida. Aunque puede que le funcione en el medio plazo, si establece acuerdos bilaterales empresa a empresa, algo que probablemente va a hacer. Más que país a país.
Porque ese es el camino lógico que han de tomar los aranceles, su aplicación país a país, sector a sector, empresa a empresa, negociando el modo en que se puede llegar a que el déficit americano se reduzca o desaparezca.
Es posible que, por las buenas, puedan conseguirlo. Y que marquen un camino por el que querrán transitar otros países deficitarios. Como España con los propios EEUU.
El déficit público
La única manera de reducir el déficit público es reducir el gasto, o aumentar los impuestos. Está claro que Trump opta, a priori, por lo primero.
¿Conseguirá realmente reducirlo de forma significativa? Tampoco es tarea fácil. Según él, tiene la solución perfecta y milagrosa: con los aranceles que cobrará a los productos importados (que no dejan de ser impuestos a sus consumidores y a sus empresas) y con el recorte de gasto superfluo que se va a realizar bajo la inspiración del ínclito Elon Musk, eso va a ser posible. Habrá que ver cómo le cuadran los números. Los cambios en economía política no son rápidos ni fáciles. Todo el sistema está entrelazado y es muy lento de mover.
En cualquier caso, la reducción del gasto público es algo que también plantea toda la derecha política en Europa, porque muchos países tienen un déficit y una deuda que pone en peligro sus finanzas públicas. Hasta ahora los mercados, los inversores, han comprado esa deuda, pero ¿qué pasa si algún día dejan de comprarla? A un pequeño país se le puede rescatar (véase Grecia, o Argentina), pero a un gran país (Francia o Italia, o Estados Unidos…) ¿se le puede rescatar? ¿Quién podría rescatarlo? El sistema financiero mundial está en juego.
El plan de Trump con los aranceles
En resumen, Trump cree que con los aranceles podrá matar dos pájaros de un tiro:
Conseguirá que los americanos dejen de consumir productos extranjeros y con ello se reequilibrará el déficit comercial y mejorará la economía yanqui porque las empresas locales venderán más y las extranjeras implantarán sus fábricas en territorio americano para poder vender sin aranceles. ¿Wishful thinking? Si a corto plazo, quizás menos a largo plazo.
Con el dinero recaudado en aranceles (o en más impuestos provenientes de las empresas locales (sean norteamericanas o extranjeras) podrá reducir el déficit público y reducir el peso de la deuda pública. ¿Wishful thinking también? Lo mismo, una utopía a corto plazo, quizás posible a largo.
¿Es creíble? ¿Es posible? ¿Tiene en cuenta el terremoto que está causando en el sistema financiero mundial?
Lo veremos en unos meses.
En cualquier caso, Trump parece un estudiante de primero de Económicas que trata de examinarse de fin de carrera. Buenas intenciones, pero caminos equivocados o precipitados. Suspendido.
El ganador es: China
China es quien más se ha aprovechado de los “pecados” americanos:
Vendiendoles de todo, hasta convertirse en su principal proveedor y alimentando su enorme superávit comercial (reflejo del estadounidense), algo que les ha permitido acumular billones de dólares y preparar a sus empresas (ayudas, espionaje industrial, preparación de cientos de miles de ingenieros, formación de la élite en las mejores universidades norteamericanas, apoyo público geoestratégico, etc.) crecer como superpotencia económica y militar, y ahora incluso tecnológica, poniéndose a la altura de EEUU, a quien quiere descaradamente sustituir como la potencia universal dominante.
Usando esos dólares para cubrir el déficit público norteamericano, obteniendo con ello tres beneficios:
Cobrar unos jugosos intereses, que aumentan sus reservas de dólares
Evitar la revalorización del yuan, o dicho de otro modo, mantener la cotización del dólar
Dejarle claro a EEUU que sus finanzas públicas dependen de China, que podría hundir la deuda pública americana si vendiera en masa sus bonos USA
China se ha encontrado en un círculo virtuoso: cuanto más vendía, más estrangulaba a EEUU, y como estos no hacían nada para evitarlo, más dependían de ellos.
En el caso de EEUU, se trataba de un círculo vicioso, del que es lógico que quieran salir. Lo van a tener que hacer de un modo u otro. La cuestión es si como quiere imponer Trump, a empujoones, o de modo civilizado.
¿Será posible? ¿O no conducirán de una guerra comercial a una guerra real?
Son tiempos revueltos.
Y lo que más miedo me da, es ver en Youtube como el conocido pseudo periodista Tucker Carlson entrevista al secretario del Tesoro americano (el que hace unos días se entrevistó con el ministro español de Economía) y ambos se jactan (ji, ji, ji…) ante la cámara, de haber saboteado en el mar Báltico el gasoducto NorthStream II, porque consideraban que Alemania había hecho mal en construir ese gasoducto para recibir gas ruso. Que Trump ya les había avisado de que no lo hicieran. Me dio la impresión están a los mandos de Estados Unidos unos verdaderos fanáticos y matones de barrio. Malos tiempos para la lírica.
A mi también me convence pero aún me pregunto qué ocurre si los americanos les devuelven a los chinos la deuda con dólares que valdrán la décima parte o menos porque son ellos quienes deciden la cantidad de dólares que ponen en el circuito financiero?
Aceptando la inflación que causará…
Muy buen análisis. Muchas gracias por compartirlo.