La economía mundial depende de la confianza en la deuda pública...
...y hay elementos preocupantes que nos ponen el límite...
La mayor preocupación sobre la economía mundial y las bolsas que escucho últimamente se centra en la posible explosión de una burbuja de la IA. Quizás los que lo piensan tengan razón, pero yo lo veo poco probable.
Creo que es más preocupante la probabilidad de una posible pérdida de confianza en la deuda pública de alguno de los países del G20, porque de producirse puede provocar que la economía mundial se desmorone como un castillo de naipes.
Las posibilidades de que eso pase aumentan cuando hay países que gestionan sus cuentas públicas sobre la base de asumir un déficit (gastos por encima de los ingresos) un año tras otro. Y son muchos, demasiados, los que se lo plantean así por norma. España incluida.
Cuando las cuentas públicas de un país registran más gastos que ingresos, del mismo modo que una empresa o un hogar, lo han de solucionar pidiendo prestado dinero para cubrir el déficit, la diferencia de ingresos menos gastos.
Las haciendas públicas de los países cubren esos déficit con una medida típica: la emisión de deuda pública (bonos). Los bonos se sacan al mercado confiando en que los inversores confien lo suficiente en el país como para comprarlos. Pero cuanto mayor es el déficit, mayor es el peso de la deuda pública sobre el PIB y mayor es el riesgo percibido por los inversores de que esa deuda no se devuelva (o se dejen de pagar los intereses), más difícil es encontrar inversores interesados y más altos son los intereses que el país debe pagarles. Se dice que el país ha de pagar una “prima de riesgo” mayor.
El tipo de inversores que compran los bonos cuando la prima de riesgo es cada vez más alta son cada vez menos. Al final sólo quedan los inversores especulativos, inversores que son, si se me permite decirlo, “poco fiables”.
Mientras tanto, si el país no hace nada para evitarlo, el déficit público no para de subir, porque la partida de intereses de la deuda sube y sube, obligando a emitir más y más bonos, en un diabólico círculo vicioso.
Cuando ni siquiera los inversores especulativos quieren comprar esos bonos, porque consideran que la prima de riesgo ya sobrepasa todo límite razonable, y consideran que la probabilidad de que el país quiebre es casi del 100%, entonces el país entra en crisis.
No sólo se bloquea el mercado para nuevas emisiones de los bonos del país, sino que los bonos anteriormente emitidos y aún no amortizados pierden su valor, y aquellos que los poseen han de dar por perdido el importe que contabilizan en sus balances, sufriendo pérdidas proporcionales al importe que habían invertido. Si la inversión fue muy importante, esas pérdidas pueden llevarles a ellos también a la quiebra. Sean bancos centrales o públicos (con el consiguiente impacto en sus divisas), bancos privados (que transmiten la crisis a sus clientes), fondos de inversión (que transmiten las pérdidas a sus clientes) o inversores privados.
Es como un castillo de naipes. Y los afectados pueden extenderse por todo el mundo. Cuanto más importante es el país, más grande es el impacto de esta bomba atómica financiera.
La globalización de la economía mundial facilita que este virus infecte a todo el mundo.
En el pasado hemos vivido casos de crisis financieras de algunos países, pero o no fue ningún país importante, o no se limitaron a un país o a su área de influencia más próxima. Los casos de Argentina o Grecia están en la mente de todos. En Argentina la crisis pudo aislarse (con la ayuda de organismos internacionales, como el FMI o el Banco Mundial, que están para evitarlo) porque es un país de una economía pequeña y poco integrado en la red financiera mundial. El de Grecia supuso un evidente peligro de contagiar a toda la Unión Europea, y sobre todo la Eurozona, poniendo en peligro al euro, pero la UE y los organismos internacionales se volcaron para limitar el pacto.
Nunca se ha producido en una economía grande, pero ¿qué pasaría si Estados Unidos, Italia, Francia, España o Alemania quebraran, si entraran en crisis? Sería una hecatombe.
La posibilidad de que eso ocurra es remota porque los mercados y los organismos internacionales están atentos, y mandan avisos serios cuando la probabilidad de que ocurra se acerca a los límites. El caso de Gran Bretaña, cuando su primera ministra Liz Truss hizo pública su intención de bajar los impuestos y el mercado reaccionó de inmediato elevando fuertemente la prima de riesgo de sus bonos, haciendo que el gobierno rectificase y la PM dimitiese, es un claro y reciente ejemplo. Lo mismo está pasando ahora con Francia, donde el déficit público no baja y el gobierno se reconoce incapaz de cambiarlo, a la vez que las perspectivas electorales generan una gran confusión y la percepción de un riesgo de futuros gobiernos de extrema izquierda o derecha, que no tienen entre sus prioridades la reducción del déficit. La consecuencia es que la prima de riesgo de la deuda francesa no para de subir. El mercado está inquieto. Pero confía en que el actual o el nuevo gobierno tome nota y de un modo u otro aborde la reducción del déficit.
En España, en la crisis del 2008 ya vimos cómo la UE nos forzó a tomar medidas cuando nuestro déficit se disparó e igualmente la prima de riesgo de nuestra deuda.
Pero la cuestión crucial es, en cada momento, cuál es la respuesta a la siguiente pregunta: ¿puede ocurrir ahora, o en la próxima década?
La única forma de evitar una crisis de deuda es abordar un plan creíble de reducción del déficit público (y consecuentemente, de la deuda). Para conseguirlo hay que intervenir en uno o mejor dos de los componentes del déficit público: ingresos y gastos.
Hay pocos países (casi ninguno, por desgracia) que se decidan a abordar una reducción del gasto público. Es algo que a ningún político le gusta, porque no ayuda a su reelección. Lo fácil es gastar y gastar; y si no llegan los ingresos, pedir prestado. En estos momentos, además, vivimos en muchos países (gentileza de Rusia y Estados Unidos), un proceso de rearme que presiona al alza el gasto público. En la UE es algo generalizado, obligados todos los países de la OTAN por la meta de alcanzar el nivel del 5% del PIB de gasto en defensa, forzada por Trump.
En los países en desarrollo, la presión popular por la mejora de las infraestructuras y los servicios, entre ellos la educación y la sanidad pública, y algún sistema de pensiones, a medio o largo plazo también presionará el gasto público. En ese sentido cabe señalar las recientes manifestaciones estudiantiles en Marruecos, por ejemplo.
Y en el lado de los ingresos la cosa no se presenta mucho mejor. La tendencia global a gobiernos populistas principalmente de derecha o ultraderecha, defensores de una reducción de impuestos, tampoco va en la buena dirección. Trump es el adalid de la reducción de impuestos. En España también tenemos alguna política en Madrid que sigue firmemente su línea.
El resultado de esa evolución política es que hay países que se van acercando a la línea roja, aumentando el peso de su deuda pública respecto al PIB a la vez que mantienen o aumentan su déficit público. Son casos preocupantes los de Estados Unidos (que ha perdido la calificación triple A para su deuda), Italia o Francia. Y a otro nivel, porque viene de una situación privilegiada, el de Alemania.
No quiero extenderme más, aunque es un tema que da mucho que sí y que podemos tocar en próximos post.
Voy a acabar recordando a mis lectores que el peso de la deuda pública a nivel mundial es del 93% sobre el PIB.
Y mostrando una lista de ese dato para una muestra de países, tal como me lo ha mostrado ChatGPT:
Japón 230%
Venezuela 164%
Grecia 147%
Italia 137%
EEUU 125%
Francia 117%
Reino Unido 104%
España 100%
Brasil 91%
India 81%
Alemania 64%
De la deuda pública china no se tienen datos.
Hay que recordar que el nivel de deuda que se considera (o consideraba) óptimo en la UE era el 60% (ahora ni Alemania lo cumple).


La economia global tiene sus ciclos.
Tanto la economia real, como su "espejo", la economia financiera.
Actores privados y públicos (estado), se complementan en cuestión de actividad.
1945 fue el top de deuda pública global. 1980 fue el top de inflacion y minina deuda publica.
Desde 1981 hemos tenido un proceso desinflacionario y aumentos de deuda publica hasta 2020! Top bonos global.
Hoy máximos deuda publica, y comienza ciclo inflacionario en 2021!
En cada recesion, rompen los eslabones débiles de la cadena.
Y dicho eslabón débil hoy es Europa.
La guerra Europa con Rusia puede ser el detonante, USA no enviará mas fondos, ... próximos 2 años "pintan mal" para Europa y el "€"
Ciclo largo que "da la vuelta", se pondrá a prueba nuevamente al Euro.
Creación de Bono consolidado de deuda pública de la zona Euro es necesario, si no es así, el Euro estallará. 2027/2028 fractal 1993 y 2011!
Es un tema apasionante pero complejo. Estudiar buenas prácticas implementadas por algunos países puede servir. Con la fórmula clave: Deuda / PIB, la mejor forma de reducir el ratio no es sólo bajando la Deuda/Gasto, sino aumentando el denominador (PIB). Invertir en partidas que tienen un alto multiplicador fiscal (educación, infraestructuras productivas, I+D, etc). Recortar aquí sería contraproducente porque reduce el crecimiento futuro.
Nosotros hemos crecido en PIB y esto ha ayudado a bajar el ratio de la deuda, pero tenemos un déficit estructural donde gastamos más de lo que ingresamos incluso cuando la economía va bien.
Para gastar menos, en lugar de hacer recortes lineales del tipo “cortar un 10% a todo”, se puede hacer una revisión de los programas y preguntarse: “¿Esto es algo que el gobierno debe hacer, o es algo que puede hacerlo el sector privado o el voluntariado? Y si la respuesta es que el gobierno debe hacerlo preguntarse: “¿Cómo podemos hacerlo de la forma lo más eficiente posible’”.
Hay un gasto importante, como el de las Pensiones donde las vinculamos al IPC para no perder poder adquisitivo. Esto es bueno para los pensionistas pero carga el coste sobre los trabajadores actuales y empresas. Quizás habría que darle una vuelta si se pudieran ajustar automáticamente según la economía y demografía.
En España tengo la sensación que hay diagnósticos brillantes sobre la situación pero falta la ejecución más valiente. Siempre hay que evitar el mayor dolor social. Se podrían eliminar gastos duplicados o ineficientes que ya se han detectado; conseguir un consenso para que las Pensiones no dependan solo de subir impuestos al trabajo y focalizarse más en la productividad de manera obsesiva y en el pleno empleo, que es la mejor forma de pagar el estado del bienestar del futuro.