La receta del éxito tiene un poco de todo
La lectura de un artículo reciente en la versión digital del Mckinsey Quarterly (Managing your organization by evidence, de Leslie, Loch y Schaninger), me ha venido a reafirmar en mi idea (y la de otros muchos) de que el éxito en las empresas no depende sólo de un factor, sino de la correcta combinación de un conjunto de buenas prácticas. Que no basta con ser excelente en una sola cosa, si no se es suficientemente bueno en otras elementales. En ese sentido, el artículo citado comenta que, por ejemplo, los consultores suelen cometer dos errores que imposibilitan el éxito de su consulta, o lo hacen efímero: 1.Asumen que las empresas ya poseen (o que desarrollarán por si mismas), los apoyos complementarios que toda terapia organizacional de choque requiere. Como en el cuerpo humano, cualquier intervención desencadena reacciones sucesivas en el sistema; y si esas reacciones fallan, la terapia no consigue el efecto deseado. Incluso, a veces, puede traer perniciosas consecuencias imprevistas. 2.Suelen preferir el lanzamiento de proyectos que inciden sobre un único tema, grande y visible, antes que hacerlo sobre una combinación de pequeñas iniciativas, más pequeñas y modestas. Los modelos de gestión no tienen éxito si pretenden basarse en un único elemento, en una especie de receta mágica. No hay recetas mágicas. O si que las hay, pero éstas no se basan en un único condimento, sino en la combinación de una serie de ellos, entre los que hay algunos que no pueden faltar.
Los tres elementos básicos Hay tres elementos que no pueden faltar en nuestra receta, si queremos tener una empresa exitosa: a)Dirección, b)Organización, y c)Cultura. a.Dirección. Lo primero de todo es saber dónde se quiere ir (tener una visión) y cómo se quiere ir (diseñar una estrategia). Y, además, comunicarlo adecuadamente, y de forma que se entienda, a toda la organización. Toda empresa exitosa tiene una estrategia bien articulada, ambiciosa, que se entiende, y que es posible traducir a acciones del día a día, para que se pueda poner en práctica. b. Organización. En segundo lugar, toda empresa ha de tener el personal adecuado, y que esté organizado de forma que todo el mundo sepa cual es su función y su margen de autoridad y responsabilidad, y, desde luego, que sepa quién es su jefe. Además, y por supuesto, cada persona ha de estar remunerada de acuerdo a la aptitud y actitud demostradas en el desempeño de su función. c. Cultura. Por último, de nada sirven una buena dirección, y una buena organización, si no están rodeadas por un buen entorno de valores esenciales e identitarios: lo que se llama la Cultura de la empresa, con mayúsculas. La Cultura ha de partir de los valores enarbolados y defendidos por la dirección y la propiedad de la empresa, y ha de ser compartida por todos los empleados, que deben notar como empapa toda la organización: Aquí hacemos las cosas a nuestro estilo.... También es muy importante que dicha Cultura abarque valores que sean aceptados universalmente, y justos; que apoye la competencia interna, pero también la transparencia y la confianza entre empleados, y que esté orientada al cliente, a la vez que a la eficiencia de los procesos y a la eliminación de gastos superfluos. Calidad, pero sin olvidar la productividad. Pensar en el cliente, pero sin olvidar al accionista. La empresa, como ente, ha de estar por encima de los empleados, e incluso de los accionistas, asumiendo que lo que es bueno para la empresa, es bueno, a la larga, para todos ellos