La urgencia de adoptar una economía sostenible
Este pasado fin de semana largo he estado en Nueva York. Aparte del calor asfixiante y la aglomeración de neoyorquinos y turistas, me ha impactado más que nunca la imagen de insostenibilidad que desprende una ciudad que derrocha como nadie.
Derrocha energía y derrocha alimentos, Y que vive de espaldas a la sostenibilidad medioambiental. Aunque no se atrevan admitirlo abiertamente.
Derrochan energía porque el transporte privado se impone al público, y el tamaño y consumo de los vehículos usados por la mayoría son enormes, debido a la pasión de los norteamericanos por sus coches. Además, es costumbre no detener los vehículos cuando se estacionan a la espera de un pasajero. En verano para no perder el aire acondicionado, y en invierno por la calefacción. Obviamente, el oscilante tiempo de la ciudad no ayuda. A los vehículos particulares se añaden los taxis, autobuses, policías, e incluso los famosos food trucks, los carritos que venden comida en las calles de Nueva York. El resultado es agobiante, y preocupante. La polución se mastica.
Pero es que, además, todos los edificios se añaden a ese festival de compresores y ventiladores de aire acondicionado, consumiendo electricidad sin medida, y contribuyendo a agravar la sensación de calor y agobio del peatón neoyorquino.
Derrochan alimentos y envasados y materiales de todo tipo, dentro de una filosofía de usar y tirar, y de primar la comodidad del consumidor a la sostenibilidad medioambiental. Cada día van a los basureros de la ciudad alimentos, bolsas, servilletas, vasos y ajuar de plástico, etc.
Están a años vista de la imprescindible economía circular que hemos de adoptar si no queremos cargarnos nuestro planeta. Y lo que les va a forzar va a ser el propio turista, que dejará de ir a la ciudad si sigue respirando polución y ruido, y pisando basura. El ejemplo de NY lo habrá de seguir todas las grandes ciudades. Algunas ya están en ello. Otras no.