Valor para qué, valor para quién
Recientemente he hecho una valoración de una empresa, a petición de sus socios, a la vez que les daba una opinión general de la misma en cuanto a organización y retos estratégicos.
La valoración de cualquier empresa se debe hacer, en mi opinión, en base a sus expectativas de beneficio. Una empresa vale en función de lo que sus propietarios pueden esperar que les produzca a partir de ese momento, no en función de lo que les ha producido hasta ahora, ni en función de lo que tiene, salvo que se piense que valga más liquidarla que continuar el negocio, y entonces sí que hay que valorarla en base a lo que esperemos obtener en la liquidación.
Pero lo normal es que las empresas valgan en tanto en cuanto están en marcha, y crezcan en ventas, y mantengan o mejoren sus márgenes.
Y si cuando se trata de valorar una empresa hemos de hablar de futuro, ¿quién es capaz de conocerlo a ciencia cierta? Obviamente nadie.
Pero lo que sí se puede hacer es establecer un abanico de escenarios plausibles, por ejemplo, uno optimista, uno pesimista, y uno intermedio. A partir de ahí ya será posible obtener al menos tres valoraciones con las que jugar. Los optimistas, por ejemplo, apostarán a la más alta: con las mayores cifras de ventas y los mayores márgenes, y esperarán una cifra de beneficios más alta. En consecuencia, el valor que le darán a la empresa será el más alto, pero ya se sabrá porqué cuando muestren sus expectativas tan altas. Las posiciones pesimistas o intermedias también quedarán claras.
Pero el valor de una empresa es un cociente entre expectativas de beneficio y expectativas de riesgo, y también en los riesgos puede haber posiciones diferentes. Por ejemplo las tres anteriores. En consecuencia el optimista se contentará con un retorno menor de la inversión, y el pesimista lo exigirá más alto, acorde con el riesgo que cree correr.
¿A qué nos lleva eso? A una matriz de valores en toda empresa, con al menos 9 cifras, las resultantes de cruzar tres escenarios de beneficio medio esperado con tres diferentes tasas exigidas de rentabilidad.
Es aconsejable valorar en matriz, porque la valoración es como un tablero de ajedrez en el que cada jugador mueve sus piezas, y pone su ficha, su postura de comprador o vendedor, en una de las posiciones del tablero, porque no hay